Alberto Núñez Feijóo

Derecha fragmentada, victoria de Sánchez

Al menos, de momento Vox ha llegado para quedarse, factor divisivo del centro derecha que, por las trazas, va a ser una de las bazas con las que juegue el PSOE en su estrategia electoral

En noviembre de 2011, el centro derecha español, unido en torno al Partido Popular, obtuvo 10.9 millones de votantes, el 44,6 por ciento del voto válido, que se tradujeron en 186 escaños en el Congreso de los Diputados. En noviembre de 2019, los votantes de ese mismo espectro político, fragmentado en tres formaciones, sumaron 10.4 millones, es decir, un 42,7 por ciento de los sufragios, pero sólo consiguieron 151 escaños. Finalmente, las encuestas electorales, como la que elabora «NC Report» para LA RAZÓN, nos dicen que en diciembre de 2022, sin el estallido del escándalo de la ley del «sí es sí», la intención de voto al centro derecha español, con un 48,5 por ciento, era la más alta que se había registrado nunca.

Y, aun así, el modelo de asignación de escaños no podía asegurar una mayoría absoluta parlamentaria. No pretendemos, por supuesto, rebajar la euforia de la clausura de la XXVI Intermunicipal del PP, celebrada con notable éxito en Valencia, ni echar un jarro de agua fría sobre las expectativas de un candidato como Alberto Núñez Feijóo que, como primera providencia, tiene en su haber la recuperación de la imagen de unidad del partido, pero sí recalcar que la realidad es tozuda y que sólo con la caída de Ciudadanos y el acopio de votos procedentes de los sectores más moderados del PSOE, cuya incidencia es todavía una entelequia, no basta.

Viene a cuento esta reflexión porque en algunos sectores de la opinión pública se cae en el error de traducir en una sola suma los votos del PP y de Vox que atribuyen los sondeos, sin tener en cuenta las características del sistema electoral español. Sin duda, lo fácil sería que la formación de Santiago Abascal siguiera el mismo camino que Ciudadanos, pero, más allá de los voluntarismos, campo que dejamos gustosamente a las izquierdas, los cierto es que no todos los votantes de Vox son intercambiables con los del PP. Es más, muchos de quienes apoyan a la formación conservadora proceden del epígrafe «nuevos votantes», lo que quiere decir que no habían votado anteriormente por otro partido.

La conclusión más evidente es que, al menos, de momento Vox ha llegado para quedarse, factor divisivo del centro derecha que, por las trazas, va a ser una de las bazas con las que juegue el PSOE en su estrategia electoral. Y no sólo para movilizar a los votantes socialistas desencantados y propensos, como otras veces, a la abstención, a base de agitar el espantajo de la ultraderecha, sino para que esa misma política frentista, de confrontación ideológica extrema, retroalimente al partido de Santiago Abascal. No tiene, pues, una tarea fácil el presidente popular, al que se busca atacar por sus dos flancos, pero ello no significa que, al igual que ha reunificado al PP, no pueda hacer lo mismo con la mayor parte del centro derecha. Andalucía nos dice que es posible.