Opinión

Globos espías

Parece esta una noticia más propia del guion de una película de Louis de Funès, o en todo caso de un siglo atrás, en los albores de la Primera Guerra Mundial cuando la aviación militar estaba desarrollándose con los zepelines y los globos aerostáticos, o incluso de hace sesenta años; pero no de la actualidad, con los satélites espías que pueblan nuestro espacio. Pero ha ocupado la primera plana de los noticieros desde que EEUU diera a conocer este pasado fin de semana, que estaban siendo espiados nada menos que por un globo aerostático de China que sobrevolaba su territorio continental a 18.000 metros de altitud.

Resulta tan llamativo que en pleno siglo XXI, el gigante chino se dedique a espiar a EEUU mediante globos aerostáticos, que es obligado plantearse que está sucediendo realmente entre las dos mayores superpotencias del globo terráqueo, que parecen enzarzados en unos aparentes juegos de guerra en tiempos que no están para este tipo de «entretenimientos». Desde siempre el espionaje ha formado parte de la «normalidad» de la relación entre los países rivales, adversarios, competidores o enemigos –sin descartar tampoco a los socios y aliados– con fines de inteligencia, sea esta militar, económica, comercial, técnica etc., realizada con los medios humanos y tecnológicos adecuados para ello. Hay espías humanos, varones como el policía infiltrado en medios anarquistas y separatistas catalanes –convertido en virtual héroe nacional como «Míster España»–, o espías mujeres, como la legendaria Mata Hari. También «aviones espías», como el que descubrió los misiles que Kruschev estaba colocando en la Cuba de Fidel Castro en octubre de 1962 que pusieron al mundo a un nivel de tensión militar desconocido desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Aunque el récord de la fama lo adquirió el incidente que protagonizó el piloto de la USAF Gary Powers, al mando de un U-2 que fue derribado espiando instalaciones militares soviéticas el 1º de mayo de 1960, y que hizo fracasar el encuentro en la cumbre previsto en París unos días después entre Eisenhower y Kruschev.

Entre esta amplia gama de modalidades de espionaje no parecía incluirse a globos aerostáticos de un diámetro equivalente a tres autocares, que difícilmente pueden pasar inadvertidos para los servicios estadounidenses. Biden ha dado gran importancia al caso publicitando personalmente que él dio la orden de derribarlo y ha suspendido la inminente visita prevista de su secretario de Estado a Pekín. Ahora la Navy está rastreando los restos del globo derribado en la costa de Carolina del Norte. Todo demasiado surrealista.