El canto del cuco

23 de abril

Luis Mateo se queja del abandono que sufre León, y yo, del abandono de Soria. Aún corre por nuestras venas sangre comunera

Tal día como hoy caían los comuneros en Villalar. En su memoria Castilla y León ha declarado el 23 de abril, con la primavera apuntando ya en los sembrados y en las viñas, fiesta oficial de la comunidad. En Cataluña, a la sombra protectora de San Jordi, este día repartirán libros y rosas y bailarán sardanas, mientras la procesión electoral va por dentro. En el País Vasco viven la resaca de las urnas y ahora toca echar cuentas y volver a contar cuentos antiguos dándole a la sidra y al «txacolí» en los caseríos y en los «txokos», donde se habla sólo vascuence. Que otros se ocupen de estas periferias. Uno, que es mesetario, prefiere quedarse hoy, por múltiples razones, en la tierra comunera donde ancha es Castilla.

Tal día como hoy de 1979 moría, cirrótico perdido, en el hospital de Soria, Aurelio Sáez, el último vecino de Sarnago, alcalde de sí mismo. Tenía 47 años. Nadie acudió a recoger su cadáver, que acabó en la sala de disección de la Facultad de Medicina. Así murió mi pueblo. Es imposible ignorarlo en esta fecha tan señalada, en la que también se conmemora la muerte de Cervantes. Aún quedarán en un arcón del somero, en la casa donde nací, ahora en ruinas, algunas hojas sueltas del Quijote que mi madre nos leía en invierno junto a la lumbre de la cocina cuando yo era niño, a la luz de un candil, en las largas noches de invierno. Desde entonces el Quijote ha sido mi libro de cabecera, que no he dejado nunca de leer. Seguramente por su influencia he creado mi propio territorio literario de la Alcarama, mitad real, mitad imaginado.

Tal día como hoy, desde tiempo inmemorial, canta el cuco en las espesuras del Prado de los Rebollos, aunque no haya ya nadie en el pueblo que oiga su alegre y monótono pregón de primavera. Y hoy mismo, 23 de abril de 2024, recibirá el escritor castellano-leonés Luis Mateo Díez el merecido Premio Cervantes en Alcalá de Henares de manos del Rey. ¡Qué lejos y qué cerca quedan los comuneros! El escritor nos llevará con él a Celama, su territorio personal e intransferible. Nos asomaremos a «La Fuente de la edad» y a «El espíritu del páramo»; y no dejará de darnos cuenta de lo que piensa él, narrador expresionista, sobre Don Quijote. También en esto coincidimos, como se ve. Y por si fuera poco, Luis Mateo se queja del abandono que sufre León, y yo, del abandono de Soria. Aún corre por nuestras venas sangre comunera.