Letras líquidas
3.167,8 kilómetros
Ya advierte Macron, emergente líder de la crisis, del riesgo ruso que se cierne sobre otras fronteras, las de Rumanía y Moldavia
El tránsito del «OTAN de entrada no» al «Vota sí en interés de España» ha pasado a la historia de nuestra democracia como uno de los giros ideológicos más valientes y de puro estilo «realpolitik» que se recuerdan. Aquella reflexión sensata y responsable del PSOE de González situó a España en el lugar histórico, y geográfico, que le correspondía y la alineó con un futuro que no podía dejar escapar. Desde entonces, o quizá antes ya, la intensa controversia en torno a lo militar o lo bélico se incrusta en el ADN patrio, y lo hace como un distintivo ideológico, una marca indeleble o una brecha insalvable entre la derecha y la izquierda olvidando los muchos matices que contiene un asunto tan complejo y poliédrico. Ahora, más de cuatro décadas después de aquel punto de inflexión, y tras años de paz (que nos parecía poca cosa, pero que no lo es), la controversia arrecia, más real y cierta que nunca («la seguridad europea está muy amenazada», claman en Bruselas), a medida que el siglo XXI se va animando y nos sorprende con maneras imperialistas que parecían relegadas. A las tensiones internacionales derivadas del rearme de Europa que ahora comienza, tras el desenganche de Estados Unidos, la cuestión impacta de lleno en España, farolillo rojo en gasto en defensa. Pero, con los extremos del arco parlamentario cada uno a sus posiciones, se hace más necesaria una red de política de Estado como escudo frente al capricho expansivo de Putin. Ya advierte Macron, emergente líder de la crisis, del riesgo ruso que se cierne sobre otras fronteras, las de Rumanía y Moldavia. Y, mientras llega la imprescindible comparecencia de Sánchez en el Congreso para explicar la posición de país, el debate sobre la inversión militar o el envío de tropas vuelve a la conversación pública, esta vez con la salvedad de que, en realidad, no hay debate sino motivos. 3.167,8 para ser exactos. Los kilómetros que nos separan, o más bien nos acercan, a Moldavia y Rumanía.