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El canto del cuco

Los incendios y las cabras

¡Qué buen cabrero sería el ministro Óscar Puente, transformado este verano infernal, de trenes averiados y España en llamas, en el bufón de la Corte!

Recibo por «whatsapp» un cartel con el siguiente mensaje: «Para que os montes non ardan precisamos de mais cabras nos montes e menos cabrons nos despachos». Creo que no necesita traducción. Me lo envía un antiguo ministro de Agricultura, de cuando los ministros eran competentes y ejercían su trabajo con dedicación y responsabilidad. Los que hemos oído de niños cada mañana, al rayar el día, el bronco sonido de la cuerna del cabrero, llamando a las cabras de cada casa a formar la cabrada para dirigirse al monte, comprendemos bien el mensaje, ahora que España arde por los cuatro costados. El ganado, sobre todo las cabras, limpiaba los montes de forma natural y limitaba el riesgo de los incendios forestales. El resto lo hacían los vecinos durante el año arreglando caminos y acarreando bardas y estepas a los bardales. Con la corta vecinal de la leña en la dehesa cada otoño se completaba la regeneración ordenada del monte. El eficaz método se transmitía de una generación a otra y no recuerdo, siendo mi pueblo tierra montuna, que hubiera allí un solo incendio.

Parece indudable que el creciente desequilibrio ambiental, con inusitadas olas de calor, agrava la situación y, en muchos casos, la hace casi incontrolable, pero una parte de culpa de lo que está pasando y de lo que puede pasar se debe al abandono rural. Los que mejor cuidan del territorio son los campesinos. La pugna entre ecologistas y labradores no ayuda a resolver el problema. Aparte de este abandono de los pueblos, los poderes públicos son los responsables de la prevención de los incendios, la planificación territorial, la gestión forestal y los sistemas de alerta y extinción. Por tanto, hay que pedirles cuenta. Por ejemplo, ¿por qué España, según un informe de la Unión Europea, gasta en prevención de incendios 500 millones de euros menos que Portugal y Grecia? Si es cierto, como asegura una organización ecologista, que más de la mitad de los incendios del verano son provocados, ¿por qué no se agrava este delito en el Código Penal?

Pero volvamos a las cabras. ¡Qué buen cabrero sería el ministro Óscar Puente, transformado este verano infernal, de trenes averiados y España en llamas, en el bufón de la Corte! Me lo imagino con boina, zamarra y zahones haciendo sonar la cuerna por las esquinas del pueblo y poniéndose después, tan guapo, al frente de la cabrada en medio de la plaza, seguido de los bucos o cabrones, con olor a almizcle, camino del monte. ¡Qué buen cabrero sería el ministro de Transportes!