«De Bellum luce»
¿Y ahora, qué?
A Puigdemont le queda ya solo el cartucho de sus diputados en el Congreso
La humillación de Carles Puigdemont, revestida de bufonada, al Estado de Derecho y a la Justicia española solo pudo ser posible con la complicidad del Gobierno de Sánchez, del Gobierno de la Generalitat y del Ayuntamiento de Barcelona. Los servicios de inteligencia y los servicios de información de Policía y Guardia Civil tenían la obligación de seguir al minuto los movimientos del ex presidente de la Generalitat, y todos los que tienen una mínima noción de cómo funcionan estas cosas saben que la función del mago Pop-Puigdemont habría sido un rotundo fracaso sin que los actores que se han beneficiado de la bufonada no hubiesen hecho de colaboradores necesarios en su montaje.
Los Mossos han sido esta vez la ofrenda a los dioses para que Pedro Sánchez pueda ganar tiempo y mantener la expectativa de que la Legislatura sigue rodando. La entrada en prisión de Puigdemont habría dejado al emperador desnudo delante de todos los españoles, mientras que, como observador de la segunda fuga del delincuente, se sigue viendo con la capa de armiño bien colocada y las vergüenzas bien protegidas de la curiosidad ajena.
Tampoco ERC, que sale desgarrada de su apoyo a la investidura de Salvador Illa, podría haber cumplido su obligación, como todavía Gobierno de la Generalitat, en la detención del compinche del «procés». Si Puigdemont ya está arrastrando el nombre de los republicanos como peones del españolismo, qué estaría diciendo si hubiera sido mandado a la cárcel con mediación del cuerpo policial que todavía controlaba ERC.
Puigdemont va contando que tiene miedo de lo que le puedan hacer en la cárcel, y que por eso no se dejará detener jamás. Pero la bufonada no tiene más recorrido para él, al contrario de la fuerza que tendría para la movilización del independentismo su imagen en la cárcel, como víctima de la supuesta represión españolista. Junts ha perdido la Generalitat, solo está en una de las tres diputaciones, y se quedó fuera del Ayuntamiento de Barcelona. Es un partido en un proceso de decadencia, donde las decisiones que tomen puedan marcar el punto de inflexión entre el seguir siendo o el dejar de estar. A Puigdemont le queda ya solo el cartucho de sus diputados en el Congreso. Hasta ahora ha demostrado que no es muy de cumplir lo que promete a los suyos, así que habrá que ver si se deja comprar por Sánchez por las mismas falsas promesas que echa en cara a ERC que acepte. Una vez más, Sánchez ha ganado en la mera supervivencia, y Puigdemont se cree el más listo, aunque esto da para una amplia discusión.