A pesar del...

Amancio Ortega y sus enemigos

Siempre nos queda el consuelo de que los políticos ultras y los doctores pueden odiar a los empresarios, pero nunca lo hace, en cambio, el pueblo al que dicen representar y defender

Selecciono dos interesantes comentarios de los muchos que en su día vertió la ultraizquierda en contra de las donaciones de Amancio Ortega y otros empresarios para ayudar a la gente tras la tragedia de la DANA.

María Teresa Pérez, valenciana y portavoz de Podemos, protestó enérgicamente porque el dueño de Inditex había donado 2 millones de euros a Cáritas y otros 2 millones a Cruz Roja. No es la primera vez que los ultras despotrican contra el empresario gallego, a quien también demonizaron cuando donó a la sanidad públicas unos modernos equipos para luchar contra el cáncer. Los ultras odian la caridad, porque es libre, y especialmente la de los empresarios –véase: «Engañosa regla de oro» aquí: https://bit.ly/3UOWLhg.

En un vídeo publicado en las redes, la señora Pérez se quejó de la «hipocresía» de Ortega, sostuvo que no quiere ayudar sino solo «lavar su imagen», y lo acusó de «evasión fiscal» y de no cuidar de sus propios trabajadores; recomendó que Inditex sea sancionada y que no reciba ayudas públicas. Era todo falso, como siempre. Y en cuanto a hipocresía, Carla Castejón puso el dedo en la llaga en Libertad Digital: «En un momento en el que España necesita unión y solidaridad, muchos ciudadanos valoran el apoyo de Ortega y se preguntan por qué figuras públicas, como María Teresa Pérez, no hacen lo mismo por su propia tierra».

Revelador resultó también Fonsi Loaiza, que es doctor en Periodismo y que, para ilustrar lo terribles que son las donaciones de los capitalistas, citó a Engels: «Chupáis sangre a proletarios y luego practicáis autocomplaciente filantropía, presentándoos ante el mundo como benefactores de humanidad cuando dais a las víctimas una centésima parte de lo que les pertenece».

Aparte de la falacia de negar el derecho de propiedad, el doctor Loaiza pasó asombrosamente por alto un hecho irrefutable: la recomendación de Engels fue aplicada. Desde 1917 hasta hoy el comunismo no es una teoría sino una realidad. Y los capitalistas y su detestable filantropía fueron felizmente suprimidos. Tras su eliminación, los comunistas asesinaron a cien millones de trabajadores, y en un amplio porcentaje los mataron de hambre aplicando el socialismo.

En fin, siempre nos queda el consuelo de que los políticos ultras y los doctores pueden odiar a los empresarios, pero nunca lo hace, en cambio, el pueblo al que dicen representar y defender.