El canto del cuco

La anomalía española

El acuerdo sobre el Poder Judicial no es más que una leve corrección de esta anomalía, un paso obligado, porque a la fuerza ahorcan

La anomalía política española que contradice el marco de convivencia europeo recibió el impulso definitivo en el «pacto del Tinell», firmado en Cataluña el 14 de diciembre de 2003 por socialistas, republicanos y eco-comunistas, que dio lugar al Gobierno tripartito presidido por Pasqual Maragall, y en el que se acordó la exclusión del PP, su absoluta marginación. Aquello derivó en la reforma del Estatuto rompiendo las costuras de la Constitución, bajo el amparo e impulso del presidente Rodríguez Zapatero; su aprobación parlamentaria, el recurso de los populares al Tribunal Constitucional, las rectificaciones de éste al nuevo Estatuto y el consiguiente encanallamiento de la política catalana, que derivó en el intento de golpe de Estado de 2017. El «espíritu del Tinell» sigue vivo en Cataluña bajo la presidencia y la complacencia de Pedro Sánchez y ha contagiado toda la vida política nacional, que aparece partida en dos bloques enfrentados e irreconciliables.

Es un hecho el destrozo causado por los dos últimos dirigentes socialistas, Zapatero y Sánchez, a la convivencia democrática en España, sin excluir la parte de responsabilidad, por torpezas y desidias, que corresponde a los dirigentes populares y a importantes líderes sociales e institucionales. Faltan ideas, proyectos y voluntad de entendimiento. Pero es con el presidente Sánchez, perdido en sus delirios, braceando en las aguas oscuras del poder con el cuchillo en los dientes, con el que se está llegando a extremos inquietantes. Los viejos socialistas históricos, encabezados por Felipe González, advierten con razón que no se reconocen en su política. Su más ostensible obsesión consiste en impedir que haya alternancia política, que es la obsesión primera de cualquier autócrata. Para ello no tiene inconveniente, sabiendo que es falso, en desterrar públicamente al Partido Popular y a su líder a los extrarradios marginales de la ultraderecha. Es la aplicación rigurosa del «pacto del Tinell», de lamentables consecuencias, corregido y aumentado.

La anomalía española y la contradicción consiste en que lo que aquí resulta imposible se realiza con naturalidad en Europa, donde estos días pactan entre ellos, comparten cenas y reuniones y se reparten los cargos para gobernar juntos en Bruselas. Socialdemócratas y cristianodemócratas han sido y siguen siendo, aunque una y otra formación política hayan sufrido deterioro, las dos grandes fuerzas vertebradoras de la Unión Europea. Quiero decir que aún hay Pirineos. El acuerdo sobre el Poder Judicial no es más que una leve corrección de esta anomalía, un paso obligado, porque a la fuerza ahorcan. Aún no somos en política los españoles, según la idea de Europa de Ortega, un enjambre: «muchas abejas y un solo vuelo».