Cuaderno Africano

Cuando las barbas del vecino...

La Razón
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La arrogancia de Gadafi no tiene límites. Tras mandar a su hijo a calmar los ánimos, alertando de una guerra civil, y decir, o eso informaron fuentes familiares, que morirá en suelo libio, se instaló en el silencio. Y poco después, una decisión: aviones para bombardear a los civiles que se atreven a ir en su contra. Nuevo silencio y un encendido mensaje de 22 segundos para acallar rumores: "Estoy en Trípoli y no en Venezuela como afirman las emisoras de los perros".

La pregunta es por cuánto tiempo. Porque, esta vez, sus excentricidades han ido demasiado lejos. Tanto que muchos de los fieles al guía de la revolución, militares, diplomáticos, jefes de tribu, han dicho "no". Y tener a los militares en contra cuando llevas con dureza un país no plantea un futuro muy esperanzador. No esta vez. Túnez y Egipto han abierto la caja de pandora. Otro gobierno es posible. La democracia quizá sea posible. Y el que un día se presentó como defensor de los oprimidos es absolutamente incompatible con la libertad. Los libios tienen mucho trabajo por delante porque seguro que ya hay quien se está afilando los colmillos pensando en la sucesión. A Occidente tampoco le falta tarea y un buen examen de conciencia porque estas últimas semanas han faltado condenas y las que han llegado, han llegado tarde. Es fácil condenar cuando el final es evidente. Lo valiente es hacerlo antes. A pesar del petróleo y otros intereses.

De todas formas, el tiempo acaba poniendo a cada cual en su sitio. Normalmente