El trípode
Bochornoso comienzo de una legislatura imposible
Resulta patético escuchar a los ministros culpar a la oposición de no aprobar medidas que consideran necesarias y positivas para el interés general.
El bochornoso espectáculo sucedido ayer en el Pleno del Congreso de los Diputados –celebrado no en el Palacio de la Carrera de San Jerónimo sino en el Palacio del Senado–, es una consecuencia de tener un gobierno Frankenstein. Que de los tres primeros Decretos Ley fuera preciso que los de Puigdemont no votaran para ser convalidados solo dos, y con uno de ellos tras una votación adicional por un empate a 171 votos, mientras el otro era rechazado, es una prueba rotunda de que es imposible pretender gobernar España con un mínimo de rigor y solvencia en estas condiciones. Para agilizar los plazos, evitarse problemas de control jurídico legal por parte de órganos especializados como el Consejo de Estado y el CGPJ además de los específicos según el contenido material de la norma en cuestión, el Frankenstein pretende usar y abusar del RDL –y las Proposiciones de Ley– en detrimento del Proyecto de Ley, pese a lo establecido en el artículo 86 de la CE que solo los permite por razones de «urgente y extraordinaria necesidad». Resulta patético escuchar a los ministros culpar a la oposición de no aprobar medidas que consideran necesarias y positivas para el interés general.
Deberían no pretender hacer pasar a los españoles por tontos, cuando el único interés que les preocupa es el suyo personal de permanecer en el poder. Lo sucedido ayer no es un mero traspiés parlamentario, sino el preludio de una incapacidad de sacar adelante normas de rango legal de indudable necesidad económica, social y política. La guerra cainita entre Podemos y Yolanda Díaz ya es a cara descubierta, con los cinco escaños podemitas que valen su peso en oro al bloquear cualquier iniciativa parlamentaria si se oponen a ella. En particular, si la iniciativa parte de Sumar y la vicepresidenta segunda, el bloqueo está asegurado como mínimo hasta las elecciones europeas de junio. Ya lo dijo su portavoz Belarra: «en el gobierno manda Sánchez pero en el Parlamento afortunadamente, no». En realidad habría que corregir a la podemita porque quien manda de verdad es un secesionista prófugo de la Justicia, residente en Waterloo para escarnio de nuestra dignidad nacional y reputación internacional. El humillado primero es Sánchez pero las consecuencias las sufren España y la ciudadanía, en un patético espectáculo atreviéndose el locuaz Bolaños a culpar a la oposición del daño infligido a los españoles por no apoyarles. Ya sabemos: el ganador de las elecciones Feijóo debe apoyar al perdedor Sánchez, porque quiere seguir en la Moncloa. Y la soberanía nacional en manos de un prófugo en Waterloo que impone las condiciones. De éstas habrá ocasión de hablar.
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