Editorial

La calle no piensa amnistiar al sanchismo

El líder del PP se encuentra en el lugar correcto. Lo sabe porque a él lo acompaña la gente de la calle, y no Puigdemont, Otegi, Ternera, Aragonés, Pumpido y todos aquellos que se han confabulado para medrar en el sanchismo a cualquier precio y por cualquier medio

Mañana el Congreso votará en Pleno la aprobación de la proposición de ley de Amnistía. Pedro Sánchez y Carles Puigdemont impondrán una mayoría parlamentaria que ha subvertido el mandato de una mayoría social con la que no cuenta. Sin el pueblo y contra el pueblo. El Palacio de la Carrera de San Jerónimo vivirá una de las jornadas más ignominiosas de su historia, que no está precisamente huérfana de episodios de los que no nos podemos sentir orgullosos. Pero pocos, por no decir ninguno, en el que una administración que se tiene por democrática cometerá tal fraude en un acto de corrupción institucional y política imposible en cualquier otra nación del mundo libre en el que España se incardina. Como es que un gobierno redacte una ley para borrar un pasado penal con nombres y apellidos en complicidad con los mismos delincuentes objeto de la gracia. Es el precio de siete escaños, los que necesita Pedro Sánchez para atrincherarse en el poder ante un escenario político ingobernable y sumido en un estado de excepción de facto. Que el prófugo de la Justicia sea mañana el gran triunfador de la sesión y la democracia, la humillada y la derrotada, es un retrato compartido y fidedigno que no puede enfrentarse con la resignación o el desistimiento. La calle es un duelo perdido de manera abrumadora por esa izquierda que en otros tiempos creía y conectaba con sus intereses y preocupaciones. Con Sánchez, y ya antes, aquello pasó a la historia. El Partido Popular lo ha demostrado con creces desde que entendió bien que la indignación ciudadana tenía que canalizarse con un altavoz contundente y explícito. Decenas de miles de personas respondieron de nuevo a la cuarta convocatoria de resistencia pública desde otoño contra el gobierno de la amnistía de los golpistas del supremacismo, el de la mentira y el de la asociación con el brazo político de la banda terrorista ETA. Hablamos de un movimiento de masas que, lejos de las profecías de la Moncloa, no languidece, sino al contrario. Entre otras razones, porque está animado por una causa justa y moral que es la de que todos somos iguales ante la ley, que nadie está por encima de la misma ni de esa Constitución, asaeteada por los enemigos infiltrados en la dirección del estado, y que la soberanía nacional es la autoridad suprema que no puede ser rehén de la casta gobernante. A Alberto Núñez Feijóo le ha correspondido un papel en la historia de extraordinaria complejidad y trascendencia. Abrazarse con honradez a las reglas de la democracia para doblegar a un adversario que bastardea con todas ellas, sin principios ni moral ni verdad. El líder del PP se encuentra en el lugar correcto. Lo sabe porque a él lo acompaña la gente de la calle, y no Puigdemont, Otegi, Ternera, Aragonés, Pumpido y todos aquellos que se han confabulado para medrar en el sanchismo a cualquier precio y por cualquier medio. Toca perseverar hasta que Sánchez devuelva la voz al pueblo.