Ely del Valle

A galope

La Razón
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Una vez que ha conseguido frenar el «reloj del Juicio Final» que le había puesto en marcha su Comité Federal, Pedro cabalga desbocado en busca de cualquiera que tenga a bien salvarle de los suyos. Lo hace poniendo ojitos a Ciudadanos –con los que ahora, miren por dónde, tiene un montón de cosas en común– pero sin perder de vista a Podemos, que es quien de verdad le fascina. Lo hace dejando al máximo órgano de dirección de su partido con el culo al aire y a expensas de lo que decidan los militantes, a los que se supone que representan, porque como ha reconocido públicamente uno de sus miembros, el Comité nunca votará en contra de las bases aunque esté en desacuerdo con ellas.

Lo hace prometiendo que no se servirá de la abstención de los independentistas, aunque ésa es una promesa absurda porque no depende de él sino de lo que quieran o no hacer los independentistas. Lo hace sabiendo que la única línea roja que le ha impuesto el partido, la de no negociar con ninguna formación que pretenda acabar con la unidad de España, es tan fácil de franquear como dejar que sea Podemos quien negocie con ellas mientras él negocia «sólo» con Podemos.

Lo hace despreciando el consejo de varias decenas de ex altos cargos del PSOE a los que ahora tacha de «gagás» o de «traidores», dependiendo de la edad, pero que tienen en los dos primeros renglones de su currículum bastante más enjundia de la que, a este paso, va a conseguir él de aquí a que se jubile, y lo hace insultando a más de siete millones de españoles a cuyos representantes se niega a escuchar. Ojalá que al final los dioses le iluminen, porque con semejantes mimbres no hay Moisés que consiga mantenerse a flote o que no termine aplastado por las mismas aguas que intenta dominar.