Andalucía

A por el primer asalto

Las elecciones andaluzas no están teniendo en los medios de comunicación el protagonismo que merecen, quizá porque la victoria de Susana Díaz se da por descontada o tal vez porque el humo de los incendios que se producen en Madrid y en Cataluña no permiten ver mucho más allá.

Sin embargo, la importancia de lo que allí suceda supera los límites de la región. El PP andaluz está haciendo las cosas demasiado mal como para obtener la victoria electoral. Si no fuera por la lectura nacional que tendrá el resultado, el equipo del Sr. Casado no lamentaría la derrota del Sr. Moreno, que se volcó en las primarias del Partido Popular en favor de la Sra. Sáenz de Santamaría. De esta manera estaría justificada su sustitución.

Las encuestas le vaticinan una seria caída y la campaña, plagada de insultos personales a los socialistas y aliñada con el menosprecio a los niños andaluces en edad escolar, un error recurrente que cometen en todas las campañas desde que lo puso de moda hace varios años la Sra. Mato, está siendo un desastre.

Por tanto, el interés está en el resultado de los socialistas y en el de Ciudadanos. Los naranjas se juegan su papel en España; si no consiguen despuntar en votos frente al PP, las aspiraciones nacionales del Sr. Rivera entrarán en el congelador por mucho tiempo. Todos sabemos que en unas elecciones generales, sin el voto andaluz no se gobierna España.

El Sr. Marín, candidato de Ciudadanos, asegura en sus discursos de campaña que lo primero para él es Andalucía, pero lo que no cuenta es que, cuando esté el voto en las urnas, lo primero serán los intereses de su líder.

Es decir, que Susana Díaz va a tener más complicado en esta ocasión que apoyen su investidura, si fuera necesario, los del Sr. Rivera, porque saquen más o menos escaños en el Parlamento andaluz, no querrán tratos con los socialistas en las puertas de las generales.

En el otro lado, Podemos no está en su mejor momento, ni en el Estado ni en la región. Además, la bipolaridad manifiesta de la organización es difícil de entender. Por un lado, el Sr. Iglesias, que cocina la moción de censura llevó al Sr. Sánchez a la presidencia del gobierno y, por otro, da rienda suelta a la Sra. Rodríguez, que ya ha asegurado que negará el apoyo al PSOE andaluz.

El líder podemista hizo lo que hizo porque quiere ser fraile después de cocinero, es decir, se mira en el espejo y se ve con la cartera de vicepresidente, pero nadie entendería que haya conseguido coser una complicada red de apoyos con los independentistas y permita que los suyos nieguen el pan y la sal a los socialistas en el Sur.

Por tanto, a los socialistas andaluces no les queda más que obtener la mayoría suficiente como para no depender del voto de otros. Dejando a un lado mi afecto, que es mucho, por Susana Díaz, objetivamente creo que representa la defensa más solvente de los intereses de Andalucía, no tiene hipotecas con nadie, ni sus decisiones se deben a intereses partidistas generales del país.

Muchos analistas y tertulianos han conseguido crear la idea de que el bipartidismo es algo negativo para un sistema. Sin embargo, cada día estoy más convencido de que el escenario que se ha abierto en España con los nuevos sólo genera volatilidad política y contradicciones, porque son meros instrumentos para satisfacer la ambición de sus respectivos líderes y eso no es bueno para la gente que, sencillamente, quiere que las instituciones dejen de ser un problema para ser la solución.