Cástor Díaz Barrado
Absolución
El principio de la democracia no es todavía un principio «constitucional» en el orden internacional. Los estados son libres a la hora de elegir el sistema político que estimen más conveniente y ninguna norma del Derecho Internacional les obliga a establecer sistemas democráticos. Desde la perspectiva estrictamente jurídica, no existe la obligación de que los países se doten de sistemas democráticos ni tampoco se puede hablar de la existencia de un modelo específico de democracia en el orden internacional. No obstante, existe una tendencia en la sociedad internacional a instaurar sistemas democráticos y, desde hace tiempo, muchos de los estados del planeta se han ido sumando al marco democrático. La democracia se ha constituido, así, en un principio orientador del comportamiento de los estados y, por ende, en una tendencia sólida de la actual comunidad internacional. La reciente absolución de antiguo presidente egipcio Hosni Mubarak por la muerte de manifestantes, que tuvo lugar en 2011, es una expresión más de que no se lograron los objetivos que las manifestaciones venían marcando con la explosión de la denominada Primavera Árabe. Por lo menos, la interpretación que se realizó desde los gobiernos occidentales no coincidía con la realidad. Los hechos vienen demostrando una complejidad extrema y no se puede decir que la situación, en Egipto y en otros países árabes, siga siendo igual que antes de que tuvieran lugar las manifestaciones en la calle, pero tampoco se han producido los resultados esperados por muchos. En realidad, cada país árabe de los que los que tuvieron expresiones de cambio, ha seguido un camino diferente. Con dificultades, se puede sostener que en alguno de ellos se haya establecido plenamente un sistema democrático y, desde luego, los marcos de convivencia o de conflicto que se han producido poco tienen que ver, en la mayoría de los casos, con los sistemas de las democracias occidentales. Egipto es quizá uno de los ejemplos más significativos de la nueva realidad y no sólo porque se trate del país que mejor representa el mundo árabe, sino, también, por el discurrir de los acontecimientos desde la caída de Mubarak. La sociedad egipcia ha de elegir entre los sucesores de éste y los Hermanos Musulmanes y queda, por ahora, poco espacio para la instauración de un sistema democrático. Claro que las cosas han cambiado en Egipto, pero todavía falta para que las expectativas de los occidentales se hagan realidad. La democracia llegará a ser un principio estructural del orden internacional, pero se necesita tiempo.
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