Rosetta Forner
Ahogarse
Hay quien se «ahoga» –figuradamente– en un vaso de agua. Y, hay quien, lamentablemente, lo hace en la realidad. El informe realizado por la Federación Española de Salvamento y Socorrismo, revela que 246 personas han fallecido ahogadas en 2017 –el peor año del último trienio y sólo estamos a 20 de julio–. ¿No sabemos nadar? ¿Somos imprudentes? ¿Nos pasamos de confiados? El agua es necesaria para la vida, pero muchos no saben guardarle el debido respeto cuando ésta está en grandes cantidades.
Posiblemente, la actitud con la que nos conducimos en la vida sea síntoma o aviso de cómo nos relacionaremos con el agua. Quien deja a un niño sin vigilancia dentro o en los alrededores de la piscina –cierto es que los niños, en un abrir y cerrar de ojos, desaparecen del «radar» del adulto–, quien se adentra en el mar nadando o se deja mecer por las olas soñando con las medusas acostado en una colchoneta –que sirve para flotar en la piscina, pero no para hacer la travesía del Atlántico–, observa una actitud desconsiderada rayando en la imprudencia. «El mar no quiere valientes», solía decir mi abuela, era esposa de pescador. Como tampoco requiere de «no vigilantes» la piscina ya sea municipal o privada. Lamentarse no es la solución. Quienes, de preferencia se lamentan, suelen ser poco previsores de «potenciales escenarios buenos y malos». Quizá se deba a que analizar se les antoja tarea ardua. Mejor ir sobre la marcha, confiar en la divina providencia, y... deberíamos recordar que, el agua, al igual que la vida, puede tornarse hostil cuando le damos la espalda a la responsabilidad.
Tal vez nos creamos muy poderosos, pero somos como una mota de polvo respecto de la Naturaleza. Dado que los ríos experimentan crecidas inesperadas o inundaciones debido a fuertes tormentas, en muchos cauces fluviales hay letreros que advierten de ello. Empero, no importa los «warnings» que se pongan, que siempre habrá humanos que creen que «esos letreros» son para los peces, no para ellos.
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