Enrique Miguel Rodríguez

Al final siempre lo útil

La Razón
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Alguien dijo aquello de siempre preferir lo útil a lo agradable, frase que parece hecha a medida para el momento político que vivimos –por las fiestas, el gran público ha dejado aparcado el oscuro panorama que se otea, pero que la cuesta de enero, te lo devuelve en toda su negrura–. En el caso presente, lo útil está claro, al menos para mí. Que lo otro sea aparentemente agradable, tengo serias dudas. Por cierto, hay algo más antiguo que perpetuar la pretendida modernidad estética, que el señor Iglesias y sus alegres chicas y chicos nos ofrecen a base de un calculado desaliño indumentario. Ahora con mochilita para ahorrar más. Lo podía dejar en «mariconeras» las que, según el líder de Podemos, impondrá en el Congreso en cuatro años. Los padres de la patria saliendo del Congreso con sus mochilas, será un espectáculo digno de verse. Las camisetas, las camisas sueltas, las deportivas, las mochilas, el pañolón palestino... Han sido una moda tan breve como una canción del verano, que caducan en septiembre. Lo dicho, qué antiguos estáis. Al final, un buen traje, que afortunadamente en España no tiene que ser caro. Hay alguna camiseta de las que lucen los que van de desheredados, bastante más cara que un traje de algunas firmas y grandes almacenes de nuestra España. Por eso mis esperanzas, ahora que comenzamos el año y con él una nueva aventura política, es valorar el encanto y, sobre todo, el beneficio de lo útil. En una cena de amigos defendía esta postura, afirmaba que sólo dos veces he votado lo agradable porque iba unido a lo útil. Me pasó con Suárez y con González. Más tarde, siempre he votado la utilidad, aunque sin encanto, ni brillantez. Y es que al final la inmensa mayoría de los votantes, den su apoyo a quien libremente decidan, lo que pretende es trabajo, que sus hijos se puedan preparar para también tenerlo; que si falla la salud, tengas garantizada su cura; unas vacaciones; un llegar a fin de mes y, a ser posible, ahorrar unos euros. Algunos se quedan atrapados con los cantos de los que van a repartirlo todo. Hay quien se ve con un Murillo colgado en el salón. Otros comprenden que el señor Rajoy no es de los que llenan la barra del bar de carcajadas, pero al final paga las trampas que entre todos hemos acumulado. El trabajo, aunque no sea a la velocidad del AVE, va creciendo y fuera lo miran y nos miran con respeto, en dos palabras: lo útil.