Pilar Ferrer
Albert Rivera ya es decisivo
Seré transversal, regenerador y furibundo antinacionalista. Así se expresaba Albert Rivera hace unos días, durante un almuerzo cerca del Congreso de los Diputados, en Madrid, con un grupo de empresarios y periodistas. «Éste le ha robado el discurso a Rosa Díez», dijeron varios de los asistentes al término del encuentro. Muy cierto. En cuestión de meses, este joven catalán forjado en las filas del PP pero con el viento a su favor, ha logrado que un partido como Ciudadanos irrumpa en el escenario político español y, desde luego, con una clara incidencia en Cataluña. Todos los expertos coinciden en que saliendo de la nada en Andalucía, donde hace poco ni existía, sus resultados tendrán influencia en Cataluña. Y tal vez, pueda ejercer de partido-bisagra en futuras elecciones por algo muy simple: «Representa el cambio tranquilo».
Frente a una latente crisis del bipartidismo, y el inevitable voto «del cabreo», articulado en torno a formaciones como Podemos o Ciudadanos, es indudable que Albert Rivera aporta tranquilidad y buenas maneras. «Iglesias es sucio y arrogante, Rivera aseado y dialogante», dice un destacado empresario del IBEX en su análisis del actual panorama político. Porque, en efecto, ante el cansancio generado en el electorado por el PP y el PSOE, fuertemente atizado por los casos de corrupción que afectan a los dos grandes partidos nacionales, Rivera le ha tomado la delantera a Rosa Díez y su partido, UPyD, que empezó fuerte en la regeneración del sistema y queda hoy como una formación residual. Ella sí tiene un marcado pasado en el PSOE, y Albert Rivera prácticamente ninguno. Si acaso, ser un chico bien, catalán y liberal, pero desde luego sin ninguna sombra de corrupción.
Este pugilato por la tercera fuerza en Andalucía, en claro combate con Podemos, revela un interesante análisis político. El partido de Pablo Iglesias recoge un fuerte granero de votos de la izquierda, en especial de Izquierda Unida, que se derrumba. Pero Albert Rivera y Ciudadanos hacen lo propio en el espectro de la derecha y el centro. Con una diferencia: mientras Podemos da miedo por su radicalismo, Ciudadanos representa una incipiente renovación del sistema, un cambio tranquilo y sin temores.
Más allá de un escaño en esta rivalidad andaluza, nadie puede negar la repercusión que el resultado de Ciudadanos tendrá en Cataluña y en las próximas citas electorales municipales y autonómicas. Rivera ha conseguido aglutinar un voto de centro, pero sobre todo, en contra del nacionalismo, en una Andalucía donde residen y trabajan muchos catalanes. Es un entorno sociológico importante, ante el fracaso y estancamiento del discurso separatista. El trasvase de votos enfadados, que un día recogió Rosa Díez, reculan ahora hacia el partido de Albert Rivera. En este almuerzo madrileño, algunos empresarios le compararon con Miguel Roca y su Operación Reformista. Aquello fue un experimento de laboratorio que fracasó de pleno.
El ascenso de Albert Rivera y su marca, Ciudadanos, afronta una encrucijada. «Yo seré transversal», insiste hasta la saciedad este líder pulcro y de momento sin mácula, pero qué ahora habrá de definirse. Su primera reválida, Andalucía, no le ha salido bien. Pero, ¿qué hará a partir de ahora?
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