Toros
Aspirante fallido a mito
A José Antonio Morante Camacho, el torero de La Puebla del Río, le han podido las prisas. Creyó posible ser un mito antes de ser una figura del toreo y ha llenado su bolsa de billetes gracias a un puñado de gestos meritorios, incluso inspirados, pero ya se le pasó la edad de la plenitud profesional entre gestos y actitudes extravagantes. El último de los cuales, una mera pataleta, ha sido anunciar su retirada, que ardió por las redes sociales tras tirar la cerilla Cuadernos de Tauromaquia. Sólo le faltó una despedida en directo en el programa «Clarín» de RNE. Lo que pasa es que Curro Romero esperó hasta rebasada la edad de jubilación, había cumplido los 67, y tenía casi tantos años de alternativa como su aspirante a émulo en el DNI. Hace falta bastante más para ganarse la catalogación de genio y granjearse el derecho a comportarse caprichosamente. Le parece «aburrida» su profesión y «contraria a los intereses del espectáculo»... justo la noche en la que El Juli le acababa de meter un repaso de época en un mano a mano, a decir de cuantos estuvieron en la memorable corrida en El Puerto de Santa María. Es complicado encontrar una definición más canónica de la palabra rabieta, o sea, y no sirven como atenuantes los problemas pretéritos del diestro, felizmente superados y postergados en las justificaciones de su entorno, que no encierran sino desprecio a los compañeros que triunfan. ¿Quiere, por ventura, transmitirse la idea de que en la cúspide del escalafón actual no hay artistas? Justamente eso, palabra de alguien cuyo ego desmesurado no es sostenido por su trayectoria. Volverá para redimirse.
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