Alfonso Merlos
Atinada decisión
Las cosas en su sitio. Lo que pone negro sobre blanco el Constitucional, a pesar de lo dividida de la discusión, nos devuelve algo más que un gramo de esperanza en lo que la justicia puede y debe hacer en relación a ETA, sus secuaces, sus compinches y demás palanganeros que conforman la alineación entera de esta sanguinaria tropa. Es así. Todas las puertas que se les cierren a estos criminales sin arrepentir son ventanas de alivio para los demócratas. Felizmente. Indiscutiblemente. No nos engañemos. Otegi ha buscado lo que ansía cualquier delincuente: la impunidad, que sus fechorías le salgan gratis y la capacidad de presentarse incluso ante el conjunto de la opinión pública como una víctima del sistema. ¡Y hasta ahí podíamos llegar! Porque en este caso además se da la gravísima circunstancia de que el presunto damnificado por los tribunales trabajó denodadamente para reconstituir un entramado amenazante y matón temible: para que los pistoleros y los que les dan el aliento antes de apretar el gatillo volviesen a sentirse fuertes, para poder matar, amenazar, chantajear y amedrentar mejor. La absoluta aberración. Pero hemos de ser positivos. Ver el vaso medio lleno. Porque resulta entre incomprensible, desconcertante y penoso que haya un puñado de togas que entiendan que este deleznable sujeto deba permanecer en libertad. Es un pequeño escándalo, sí, que haya quienes piensen que este tipo es tan respetable como cualquier hijo de vecino. Pero por fortuna y por imperativo del sentido común se les ha frenado a estos sabios doctores. Y el verano de este ídolo para los amantes del terror pasará entre barrotes. Es mejor para los españoles decentes.Para nuestra tranquilidad. Y para que este director general de la barbarie siga reflexionando. Tiene tiempo.
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