Rosetta Forner

Atracción fatal

La Razón
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Glenn Close borda magistralmente el papel de obsesionada con su «objeto de amor». ¿Psicópata? ¿Erotomaniaca? ¿Basta con etiquetarla como «loca» para que todo quede explicado? No todas las personas diagnosticadas con enfermedades mentales son violentas. Sin embargo, muchos son los violentos lesivos sin etiquetar. La obsesión juega un papel fundamental, es una suerte de «autohipnosis»: la persona se autoconvence de que las cosas son como ha decidido que son, no como son en realidad. Los diagnosticados como psicóticos llegan a ver conspiraciones, ergo, hacerles razonar es tarea harto imposible. Al parecer, el sentido común y, sobre todo, la predisposición a cuestionar las cosas quedan excluidos por el obsesionado que necesita que todo encaje en su «mapa de la realidad». La falta de autoestima y de autovaloración en la persona puede derivar en obsesionarse con algo, y se traslada afuera la «solución» que saque al amor propio de la indigencia. Cuestión de estructuras psicoemocionales: si la persona ha sido criticada o no fue reforzada emocionalmente por padres y familia, es probable que tenga baja resistencia a la frustración. Por tanto, obsesionarse con «algo o alguien» será factible. No todas las personas que se obsesionan con otro ser humano llegarán al nivel de Lorena Gallego. Hay quien, en nombre de ese amor, se deja maltratar psicológica e incluso físicamente. Hay quien se autolesiona a nivel psicológico destrozándose la estima porque, esa persona objeto de su amor, no la corresponde. El amor no duele ni conduce a la obsesión. El amor no condiciona ni obliga. El amor es aceptación incondicional. La obsesión duele. La obsesión es hija del miedo a vivir, del miedo a ser quien uno es. Algunas personas, al no haber sido amadas, la emprenden contra sí mismas, y se maltratan: del miedo al castigo. Obsesionarse con alguien es una forma de automaltrato. La solución pasa por aprender a amarse. Al reforzar el amor propio, que conlleva perdón y aceptación, aprenderemos a convivir con la frustración que conlleva el vivir. Mejor alimentar el amor que la obsesión.