Alfonso Merlos
Barbarrojas sindicales
Pensábamos que habíamos sido testigos ya de todos los actos de piratería sindical habidos y por haber. ¡Pero no! Es el colmo de los colmos. Los que habían bramado contra la corrupción, contra la explotación, contra los empresarios que se lucraban a costa del sudor de los trabajadores manejando –en no pocas ocasiones– contabilidades B ahora resulta que usaban como moneda corriente los euros en negro.
¡¿Pero qué clase de juego es éste?! Con la exclusiva que hoy revela LA RAZÓN, el catálogo de delitos perpetrados presuntamente por UGT es tal que no urge sino una investigación integral de las cuentas del sindicato, una depuración de su liderazgo pero, por encima de todo, apremia algo más decisivo: meditar sobre si estas elites que han incurrido en las peores faltas han estado en la defensa de los derechos de los obreros o a vivir del cuento, del fariseismo, del pito y la mariscada.
Son ya demasiadas gotas las que han colmado demasiados vasos. Es una cuestión de dignidad, de regeneración, de superar el descrédito de unas centrales que nos han engañado desde hace demasiado tiempo y en las que, precisamente por eso, la mayoría de los españoles hace tiempo que dejamos de creer. Porque hoy vuelve a quedar probado que el problemón que tiene Cándido Méndez no se circunscribe únicamente a Andalucía. Hoy es Cataluña, ayer fue Madrid. Hoy es el dinero que discurre por cauces ilegales y al margen de las facturas, ayer fue la pasta inflada tramposamente en recibos de gasto o ingresos que representan una estafa total para el contribuyente y una humillación particular para el proletariado.
Es evidente que hoy los corsarios han cambiado su aspecto. Los persiguen los tribunales. Son hipócritas. Organizan reuniones sin parar y sin fundamento. Se proclaman conocedores de todas las soluciones para acabar con el paro. Todo son dislates y coartadas. O a casa o al banquillo. Lo que disponga el Estado de Derecho. Tanta milonga ya no cuela.
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