Alfonso Ussía
Callado
De todos es sabido que la izquierda vasca llamada «abertzale» ha apoyado durante cuatro decenios los crímenes terroristas de la ETA en pos de la obtención de la soberanía marroquí de Ceuta, Melilla, las islas Chafarinas y los peñones de Alhucemas, Vélez y Gomera. A este loable proyecto sumaron, cuando supieron de su existencia, la isla del Perejil, muy hospedada en el corazón batasuno por su similitud con la islas de Ízaro y Santa Clara, triángulo verde entre Igueldo y Urgull que vigila la bahía de San Sebastián.
Cuando era niño, muchísimos años atrás, el perejil en vascuence tenía parecidas pero diferentes voces. De ahí el «batúa», un vascuence españolizado que se inventaron para poder comunicarse de valle a valle, lo cual en el siglo XIX y una buena parte del XX era imposible. El perejil se traducía por «perrezil», «perexil» y «perresil», es decir, que no se daban excesivas dificultades para saber que se trataba de perejil. Pero al ser invadida la isla inmediata a Ceuta por una compañía del Ejército de Marruecos, y que fue recuperada horas más tarde por las Fuerzas Armadas de España, nadie protestó en el mundo llamado «abertzale» porque desconocían la existencia de la isla, su ubicación y su denominación en «batúa». De Juana Chaos le decía «Perrexil», Otegui «Perrezil» y Arzallus «Perresil». Lamentable dispersión del lenguaje en isla tan importante para el sentimiento de los ideales del separatismo vasco. Y se perdió la oportunidad de presionar a la opresora España, siempre colonialista.
Pero han cambiado los tiempos y las circunstancias. En febrero de 2014 – y aquí termina la broma–, un grupo de inmigrantes intentó a nado alcanzar la costa española de Ceuta por El Tarajal. Muchos se ahogaron. Y como siempre, la Guardia Civil fue acusada y responsabilizada de la tragedia. Se llegó a decir que los guardias civiles dispararon contra los inmigrantes, perversa calumnia que fue inmediatamente desmontada. No creo que exista ninguna fuerza policial y fronteriza que haya superado en Europa más humanidad y desvelo con los inmigrantes que la Guardia Civil y la Policía Nacional. Intentar alcanzar el espigón español de «El Tarajal» a nado y sin saber nadar es una prueba de la desesperanza y la angustia de quienes nada tienen y arriesgan sus vidas por sus futuros. Pero la Guardia Civil no es la responsable de sus dramas, de sus tragedias y desesperación. Ellos son los primeros, junto a los policías nacionales, que sufren la devastación anímica de la inmigración. Ellos han salvado la vida a centenares de niños. Ellos han socorrido a los perdidos y abandonados. En algún caso, guardias civiles y policías nacionales han adoptado a niños que alcanzaron las costas de España hacinados como ganado y abrazados a los cuerpos sin vida de sus madres. Pero todo ello se olvida para difundir y expandir una mancha injusta y miserable que abra el camino de la duda. Y lo ha hecho un forense del llamado sector «abertzale», apoyado por una tal «Asociación Coordinadora de Barrios para el Seguimiento de Menores y Jóvenes». El forense, Luis E. Callado – «Koldo Callado»–, de la Universidad del País Vasco, es también profesor agregado de Farmacología, defensor del uso terapéutico del cannabis y –¡cómo no!–, docente de la Maestría Iberoamericana de la Drogodependencia. Su objetivo, hundir el prestigio de la Guardia Civil, lo cual nada tiene de original porque un juez de Melilla, Emilio Lamo de Espinosa –me suena el nombre y el apellido–, se afana en similar empeño.
Y aunque duela, retorno a la broma. Sin una ETA a la que apoyar, hay que humillar la dignidad, el servicio impagable y la vigilancia de nuestras fronteras de las Fuerzas de Seguridad del Estado en Ceuta y Melilla, interpretando desde la mentira una tragedia humana. Acusa Callado.
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