Julián Redondo
Camelos
Tan necesitada está España de porvenir, de retirar de balcones y locales comerciales los carteles de «se vende» –la desesperación colgada en la fachada del país–, que la visita de la Comisión de Evaluación del COI a Madrid, la tercera en menos de un decenio, auspicia connotaciones de recepciones tan singulares como la de Eisenhower en 1959. La pobreza de solemnidad cedió a un crecimiento económico del 7% en los 60. «Ike» fue el maná; los viajes precedentes de los comisionados olímpicos, la segunda y tercera entrega del «Bienvenido Mr. Marshall» de Berlanga. Las autoridades del país, entregadas; recepciones y baños de espuma afroasiáticos. Un peloteo interminable basado en hechos reales que en el instante de la verdad 115 asambleístas se pasan por el forro, deslumbrados por la virtualidad de Londres o las curvas de Ipanema. Cuenta la leyenda que por un error del griego Lambis Nikolau ganó Londres. Río, metida con calzador en perjuicio de Doha y sustentada por el cuento de las mil y una noches, venció en la final a Madrid por 66 a 32... La Comisión valoró en ambas ocasiones a Madrid por encima de sus vencedoras; hoy aventaja a Tokio y Estambul, pero el 7 de septiembre puede que una huelga de transporte público y unas veinte manifestaciones tengan más trascendencia que 325.000 puestos de trabajo y la organización fetén de unos JJ OO.