Fútbol
«Confiaba en mi papá»
«Aquí el crack lo que gana es una pequeña parte proporcional sobre lo mucho que genera». Era la respuesta que hace ya unos años se adelantaba a pisarle a Diego Armando Maradona su representante Jorge Cyterszpiler ante la pregunta de un periodista dirigida al mejor jugador del mundo a propósito de sus emolumentos y el cumplimiento de sus obligaciones con el fisco. Y es que lo de las «fintas» y «driblings» de las grandes estrellas del balón al marcaje de Hacienda ni es nuevo ni es desconocido, con independencia de que es ahora cuando lo que puede estar destapándose es parte de un inmenso iceberg del que solo divisábamos la punta, tal vez porque no nos agradaba ver a nuestros ídolos como presuntos villanos.
Aquello del «interés general» atribuido al fútbol por el ex vicepresidente Álvarez Cascos ha pasado a mejor vida casi tanto como cierta complacencia de parte de la opinión pública forofa y futbolera con los referentes de sus colores investigados por presuntos delitos fiscales. Seamos claros, una cosa es ser un ídolo sobre el césped y otra muy distinta es tener que ser a la fuerza un ejemplar modelo para la sociedad y en los tiempos que corren, con una crisis económica de la que el ciudadano de a pie sale habiéndose dejado no pocas plumas, sobre todo a la hora de pagar más impuestos, no parece que la indulgencia de la calle se vaya a mantener con la misma solidez de otros tiempos.
De Maradona a Neymar y Lionel Messi pasando por E’too y con otros presuntos que prometen –«quien no debe no teme», apuntaba Ronaldo ante la investigación de la que es objeto– se nos plantea la idoneidad de dar a cada cual lo suyo a propósito de la manoseada obstinación por situar a algunos futbolistas profesionales como ejemplos de conducta ante los más jóvenes. Maradona deslumbró en el campo, pero fuera de él todo fueron flirteos con el mundo de las drogas, el inmenso George Best discurría entre el vestuario y las tabernas hasta fallecer alcoholizado, y el elenco de casos hasta hoy por desgracia es legión. Son malabaristas del balón, auténticos genios que probablemente merecen cobrar por cada cromo que lleva su nombre y foto, pero antes de situarles como ejemplo de comportamiento, contemos hasta diez. Ganan más que el humilde atleta que cubre gastos acudiendo a una olimpiada, pero probablemente es este último el espejo donde mirarse.
En un momento en el que se nos vaticinan algunas nuevas subidas de impuestos, es de justicia exigir que al menos nadie escurra el bulto. Sí vilipendiamos a un político, a un empresario o a una folklórica por haber defraudado a eso que «somos todos», no es de recibo mirar para otro lado solo por tratarse del mundo del fútbol. Serían de agradecer algo más que apelaciones a la ignorancia, como la mostrada por Messi ante los juzgados de Gavá con aquel «yo no entiendo de finanzas, confiaba en mi papá». El horno del sufrido contribuyente ya no está para esos bollos.
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