Martín Prieto

¿Constitución blindada?

La Razón
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Parecía que desde 1978 estábamos todos en el mismo frente constitucional. En Cataluña, germen de este problema de polichinela que ha opacado la campaña de unas elecciones generales, se votó con gran entusiasmo el Texto Máximo, y bajo su articulado han vivido y gobernado a placer desde Convergència a Esquerra Republicana, disfrutando la primera de horas extraordinarias para hacer caja partidista y personal e intoxicar con una Historia nacional que nunca existió. Se aduce que nuevas generaciones reclaman otra Constitución. Esa es una falsedad que rechaza la sociología y la demoscopia. Una Constitución no hay que votarla cada veinte años; además, envejecen mejor que los vinos. La nuestra, hoy en tela de juicio, es la más joven de Europa si exceptuamos las de las Repúblicas surgidas de la descomposición balcánica. Y España es la nación europea más vieja, datada en finales del siglo XV, cuando se ignora qué hacían los ancestros de los secesionistas catalanes.

Estiman los constitucionalistas con mayor sentido común que la Ley de Leyes merece algunos retoques, y es una buena opinión; incluso habría que adelgazarla porque en ella los constituyentes del 78 quisieron meterlo todo abarcando todas las actividades del ciudadano. Lo más socorrido es la conseja de que las modificaciones no deben hacerse en caliente, bajo la presión de un problema concreto. Pues si así fuera el acelerón en rebeldía de unos políticos catalanes deja la reforma territorial de la Constitución «ad calendas graecas» porque con el souflé catalán no hay quien amplie las cuadernas del Estado sin hacerlo naufragar.La legislatura en ciernes será económica, pero estará ensombrecida por esta arremetida de unos catalanistas sin freno que no saben que están blindando la Constitución que tanto les ha favorecido y que detestan. El PSOE dispara su artillería electoral sin apuntar y promete derogar toda la legislación laboral del PP. Como González en el 82 que prometió 800.000 puestos de trabajo en su primera legislatura y la acabó con 800.000 parados de más. Pero Pedro Sánchez ha respondido, como Rivera, al sentido común de la España unitaria desde Carlos I, entendiendo que lo de Cataluña más que un ataque parece un intento de suicidio. Sánchez habrá de repensar su machacona idea del Estado Federal del que no da más pistas. El común del federalismo es que el Gobierno central es más fuerte que las partes. España es federal, y si se decidió por el eufemismo de las autonomías sólo fue por temor al apellido.