Iñaki Zaragüeta
Constitución o independencia
No comprendo cómo la mayoría de los análisis de las elecciones catalanas se centran en el número de votos o de escaños, según la conveniencia del «experto», de separatistas o constitucionalistas. Para mí, coincido con mi amigo Rogelio, ése no es el problema si la política en aquella autonomía transcurre por los mismos derroteros que los últimos 35 años. Así, dentro de un tiempo no habrá duda, los primeros serán más que los segundos. Si hace dos décadas los independentistas no llegaban al 20 por ciento y ahora son el 40, en 2020 la progresión romperá la muga del 50 por ciento.
Si yo odié a Napoleón y mis héroes eran Palafox, Daoíz, Velarde y hasta Agustina de Aragón, fue porque la educación domaba mi forma de pensar, fuera cual fuera la realidad. Si los catalanes aprenden «España nos roba», «España nos ultraja», «los Países Catalanes existen antes que España», «la Guerra de Sucesión fue una guerra de Secesión», la conclusión determinará el odio al resto de España.
Si el Gobierno y las instituciones violan la Ley, vulneran las sentencias del Constitucional, y nadie impone su cumplimiento, ¿por qué van a acatarlas y cumplirlas en el futuro?
Me hace gracia escuchar a Pedro Sánchez, Pablo Iglesias y demás políticos de la oposición imputando a Rajoy que no se sienta a hablar, a negociar con Mas y sus cuates. A hablar, a negociar ¿qué? Me gustaría ver al líder de Podemos, cuya meta es una república bolivariana o comunista, cómo permitiría una secesión. ¡Ja, ja!. Del mismo modo que permitirían Maduro, China o Corea del Norte.
Aquí no hay más deriva ni más arribada que la independencia o el acatamiento de la Constitución. Es lo que hay. Así es la vida.
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