Ramón Tamames

Construcción sostenible

Los materiales de construcción son, en volumen y peso, los más significativos que se generan dentro de prácticamente cualquier país. Así sucede en España, donde en la época del «boom» constructor, que empezó a decaer a finales de 2007, se movían unos 250 millones de toneladas de áridos, casi cincuenta de cemento, en torno a veinte de hierro y acero, etc.

Esas cifras, como consecuencia de la crisis, que tuvo sus orígenes fundamentalmente en la burbuja inmobiliaria asociada a la financiera, han caído en vertical. Sólo en el subsector viviendas, se ha pasado de unas 650.000 iniciadas en el 2006 a menos de 60.000 en el 2012.

Ahora es un buen momento para plantearse, con la máxima eficacia, la idea de una construcción sostenible: con materiales de larga duración, no contaminantes, que consuman el mínimo de energía, que sean reciclables y con productos de aislamiento que no contengan clorofluorcarbonos que tanto deterioran la capa de ozono. Con especial atención sobre los efectos que las extracciones de áridos tienen en nuestros suelos y paisajes, donde lucen las agresiones no reparadas de canteras y graveras.

Pero, sobre todo, lo que debe hacerse en el momento presente es replantear todo el sector, en el que prevalece el muy pesado lastre de algo más de dos millones de viviendas sin ocupar; resultado de una política de hipertrofia ciega, que llevó al sector a representar el 14 por 100 del PIB de forma directa, con un arrastre total, en función precisamente de sus «inputs», por encima del 20 por ciento del PIB.

«Agua pasada no mueve molino». Esto es, las lamentaciones sobre los errores cometidos ya no pueden subsanarlos. Pero sí cabe hacer lo posible para que no vuelva a suceder algo parecido, sentando para ello las bases de una política a largo plazo más armonizada con nuestras necesidades, incluyendo el medio ambiente.

* Catedrático de Estructura Económica/ Cátedra Jean Monnet