PSOE
¿Cuántos dedos ves?
Decía Susana Díaz en el Comité Federal celebrado este sábado por el PSOE que «nos hemos salvado por la campana». El símil boxístico de la «lideresa» andaluza viene a ser afortunado, pero se queda sólo en el diagnóstico de la noche del «26-J». Habla de un púgil salvado durante el conteo pero no de su estado real. Tras el «gong» de la campaña, el partido socialista sigue siendo el boxeador que regresa al centro del cuadrilátero con las piernas a punto de doblar y tras haber escuchado en la esquina de las cuerdas al «referee» la frase maldita mientras le muestra la mano ¿cuántos dedos ves?
La situación interna del PSOE va a marcar el destino de la próxima legislatura y ya está marcando los prolegómenos de la investidura de Rajoy, pero sobre todo vuelve a traer a colación ese «guindo» del que no se acaban de caer en el PP a la hora de contemplar al partido socialista como un lógico socio, como un obligado «partenaire» para afrontar «a la europea» las urgencias del país. El PP sigue contemplando al PSOE no como lo que es, sino como lo que desde su muy distinta escala de valores le gustaría que fuera. Tal vez por ello tras los comicios de diciembre Rajoy depositó demasiadas esperanzas en los «barones» socialistas y por eso aún seguimos escuchando a dirigentes populares como Pablo Casado calificar de «decepcionante» el Comité Federal socialista de este sábado.
Los llamados «intereses de partido» priman siempre sobre los del país, entre otras cosas porque los propios dirigentes políticos son los primeros autoconvencidos de que lo bueno para sus siglas no tiene por qué ser malo para el interés general. Fiel reflejo de esto son algunas de las cosas vistas y oídas en un cónclave del PSOE que confirmaba que Sánchez no llegaba de estar desaparecido en combate trece dias disfrazado de Jean Paul Belmondo para ofrecer el padre de todos los discursos. Cónclave que además viene a atisbarnos, por mucho que se obstinen en el «no» de partida, que le tienen a unas eventuales terceras elecciones más miedo que a un nublado. Nunca tan vigente aquella frase-eslogan de hace décadas a propósito de la entrada en la Alianza Atlántica «de entrada no».
En el PSOE no se quiere perder el paso ni que lo marquen otros, por eso Sánchez no ha dudado en colocarse el traje de «líder de la oposición» por si cabía alguna duda no tanto en clave externa como interna. La disyuntiva es clara, o se va a terceros comicios tras los que ahí no cabrían ya dudas de que el hoy primer secretario socialista saldría de Ferraz practicando el vuelo sin motor, o se acaba «silbando y mirando para arriba» con una «abstención mínima» ante la investidura de un Rajoy que llegaría con 170 escaños garantizados con la suma de C’s y CC y fumándose un puro figurado sabedor de que no le hará falta el anatema de una negociación con los nacionalistas. Lo verán pasar, pónganse cómodos.
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