Martín Prieto
De Madrid al cielo
Tengo debilidad por la Excelentísima Señora doña Manuela Carmena desde el siglo pasado. Excma. Porque ésa es la condición de los alcaldes de Madrid y Barcelona. En la capital franquista era muy conocida por abogados, periodistas y la brigada político social como verso suelto del Partido Comunista. Alabada sea su militancia. El biólogo austríaco Kammerer, amante de Alma Mahler, esposa del gran compositor, pretendió impresionarla con un descubrimiento revolucionario: que el sapo terrero introducido por generaciones en un medio acuático desarrollaba en sus patas delanteras las mismas rugosidades nupciales con las que el sapo partero sujeta a la hembra y extrae el racimo de las huevas. Lenin se interesó por el experimento que demostraba que modificando las condiciones ambientales emergería el buen hombre comunista. Lo de Kammerer fue un fraude de implantes microquirúrgicos y un escándalo científico, pero su artificio ha quedado en el subconsciente colectivo de postcomunistas, progres y biempensantes. Yo no creo que la alcaldesa sea un pato patagónico (una pisada, una cagada, otra pisada, otra cagada), pero en seis meses se ha corregido demasiado a sí misma y hace pensar que es una rehén de Podemos y hace lo que le manda la hueste de la muy pía y recatada Rita Maestre. Los jueces siguen ordenando desahucios, pero ya no hay escraches y son como invisibles. El Banco Municipal se olvidó por imposible. Las mamás limpiando los colegios y los universitarios las Facultades fueron sueño de la razón. Limpiar el callejero de reminiscencias totalitarias es una buena intención de las que adoquinan el infierno porque en la ignorancia puede caer Muñoz Seca asesinado por los anarquistas en Paracuellos. Millán Astray no tuvo importancia alguna en la Guerra Civil por sus mutilaciones y sí está en los anales como fundador de la Legión, copiada de su homóloga francesa. En Madrid hay de todo: el republicano Pedro Rico o Tierno Galván; un duque de Alba, un Cabeza de Vaca, un descendiente de Cortés y una hija de Moctezuma, condes de Romanones o Eduardo Dato. El callejero es como la estética facial, que puedes mejorar al paciente o deformarlo hasta hacer irreconocible su personalidad. Que los niños recojan las colillas (o los esputos) será para distraernos de las medidas anticontaminación que no disminuyen ni el tráfico ni la polución y constituyen la amargura de todos los que tienen el coche o la furgoneta como herramienta de trabajo. Va a ser verdad que de Madrid al Cielo.
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