Angel del Río
De medallas y tango
A la pradera de San Isidro bajan los políticos para cultivar el voto y, si es menester, se tocan con parpusa, se anudan el safo al cuello y se echan un trago de agua de la fuente milagrosa de la Ermita del santo, porque, si con fe la bebieres, y calentura trujieres, volverás sin calentura, y a algunos les hace falta enfriar los ánimos de tanto calentón como llevan en el cuerpo. El acto institucional central del día del patrón es la entrega de las medallas de oro de Madrid, en el patio acristalado de Cibeles, antaño patio de descarga postal y ahora lugar de encuentro con franqueo previo, para evitar que se cuele alguno de la plataforma antidesahucio. En este acto, que lleva camino de sobrepasar en asistencia y pomposidad política a la recepción del 2 de mayo, en otro palacio postal, la Real Casa de Correos, unos van a que les pongan medallas y otros a ponérselas. La representación del Gobierno de Rajoy ayer en el acto del Ayuntamiento superó a la del día de la Comunidad, porque junto al ministro Gallardón estuvo la vicepresidenta, a la que la alcaldesa llamó Rodríguez de Santamaría, en vez de Sáez de Santamaría, lapsus que sacó del tedio al numeroso público congregado. Cuando periodistas, fotógrafos y cámaras corrieron para formar un círculo compacto, el resto creyó que hacía acto de presencia el mismísimo Rajoy. Pero, no. Quien despertaba esa tremenda expectación era la delegada, Cristina Cifuentes, por su clara oposición al pantallazo de la final de la «Champions», en Sol. Parece que se impone la cordura y la innecesaria actitud de asumir riesgos, y finalmente no habrá pantalla gigante.
Por lo demás, brillante entrega de las medallas, aunque seguimos echando de menos el que cada día sea más difícil ser profeta en la tierra madrileña. Se otorgan distinciones merecidas a personas que han acumulado méritos, pero raramente vinculadas con acciones directas con esta villa. Madrid siempre ha sido así, generosa, pero no tanto con sus hijos. Y para terminar, actuación de Estrella Morente. Oculto en un rincón de Cibeles, el santo patrón estaba sorprendido de ser celebrado con música de bolero y de tango, y es que, santo Isidro, los tiempos cambian que es una barbaridad.
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