Alfonso Ussía
De vuelta
Machacaron al Rey por un elefante. El buenismo ecologeta de los ignorantes. Aquel elefante no supuso gasto alguno a costa de los españoles. En Botswana, los guardas de las grandes reservas, se ven obligados a abatir cada año a centenares de elefantes, pues en caso contrario, los paquidermos se comerían las reservas y posteriormente, Botswana. La selección de las especies que la caza garantiza es mucho menos cruel que la establecida por la propia naturaleza. Y terminamos del elefante del Rey hasta las narices. Un articulista se refería a Don Juan Carlos como «el Rey elefanticida y sanguinario». «Todo cazador –escribió– lleva dentro a un asesino». Que se lo pregunten a Cayo Lara y Diego Cañamero, grandes cazadores manchego y andaluz, respectivamente. Sin la caza, la más antigua actividad del ser humano, no tendríamos a Felipe IV retratado por Velázquez en El Pardo, con el azul Guadarrama al fondo, el azul Guadarrama que se inventó, junto al azul Picasso, Rafael Alberti en su prodigioso poemario «A la Pintura». Pero al Rey le dieron por todas partes los defensores de los elefantes, que eran muchos más de los esperados. Páginas y páginas y un Iguazú salivar y amargo en las tertulias analfabetas. Parece ser que el luto ha remitido y nos hallamos en la fase del alivio de luto de nuestros mayores, cuando las mujeres dolientes colgaban los paños negros para sustituirlos por los morados y violetas. Ya no se habla del elefante.
Y apenas de los 48 españoles que están de vuelta procedentes de las durísimas prisiones de Marruecos gracias al Rey. Pero el retorno de esos 48 españoles encarcelados en Marruecos y repatriados a España significan mucho menos que los colmillos y el rabo de un elefante de Botswana. Es un personaje extraño y esquinado el Rey de Marruecos, pero accedió inmediatamente a la solicitud del Rey en su reciente viaje al Reino alauita. Poco entusiasmo y menor reconocimiento en la prensa, los informativos de radios y cadenas de televisión las tertulias pedorras y las redes sociales. El Rey, fuera de España, no ha perdido ni un punto de admiración y respeto. Representa, para muchos, la «auctoritas», pero en España pesa más en la balanza de la injusticia la trompa de un elefante que cuarenta y ocho españoles repatriados por su mediación Real y personal. No tengo la relación de los beneficiados, pero habrá entre ellos castellanos, andaluces, catalanes, vascos, gallegos, valencianos y canarios. Se trata de una expedición numerosa que cruzará el estrecho en breve plazo para cumplir sus penas en prisiones españolas, como era su deseo. Y hasta la fecha, han sido centenares de compatriotas presos en todo el mundo los que han vuelto a España gracias a las peticiones directas y diplomáticas del Rey. Pero esos detalles carecen de importancia comparados con un elefante.
El Rey abre la puerta y los mecanismos del Estado actúan. Hasta Fidel Castro accedió en su momento a las peticiones de libertad de presos políticos hacinados en las mazmorras que no quieren visitar Guillermo Toledo ni los artistas gorrones que son recibidos en La Habana como invitados ilustres. Ese primer golpe convincente siempre lo lleva a cabo el Rey, igual en Marruecos que en Tailandia, porque lo es de todos los españoles, incluídos los delincuentes que se saltan las leyes en la lejanía y en la lejanía sufren las consecuencias de sus actos. Pero esos gestos del Rey no se comentan porque no hay ningún elefante en el entorno de sus gestiones.
El Rey, en una nación tan enconada como la nuestra, es el árbitro de las contiendas políticas. Y la garantía de la unión de los territorios españoles. Rey de Castilla, de León, de Aragón, de Mallorca, de Galicia y de las Islas Canarias. Conde de Barcelona y Señor de Vizcaya. Su heredero, Príncipe de Asturias, de Viana y de Gerona. La Historia pesa mucho, claro que pesa, aunque a más de uno le pese. La Corona es una institución antigua, pero no anticuada. Y se demuestra cuando su autoridad moral se resuelve con 48 españoles que vuelven de cárceles lejanas por una simple y directa petición. Pero como no hay elefantes, no merece la pena comentarlo.
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