Presidencia del Gobierno
Del tactismo a la política
El escenario político nacional sigue revuelto y confuso ante la incertidumbre sobre si finalmente se podrá formar gobierno o iremos a unas terceras elecciones. Al leer y escuchar las posiciones de los miembros del PSOE parece persistir una fuerte división entre los partidarios de abstenerse para facilitar una investidura del candidato del PP y los que siguen enrocados en el «no es no», si bien, el paso dado en apoyo de la primera opción por algunos barones y las insinuaciones a favor de lo poco decoroso de una abstención técnica de unos cuantos diputados por parte de alguno de los más firmes defensores del no como el PSC, hacen lógico pensar que se acabará facilitando dicha investidura. La fecha clave por los tiempos y el carácter de la reunión es este 23 de octubre donde dicha disyuntiva debe despejarse, si bien, parece que algunos mantendrán su voto negativo aunque la decisión mayoritaria se incline por la abstención. Situación que de producirse puede profundizar en la división interna e incluso en la ruptura del partido, haciendo más compleja y difícil la recuperación de un PSOE fuerte y unido capaz de liderar de nuevo la izquierda moderada que necesita España.
Mientras esto sucede Podemos sigue enfrascado en su lucha de poder interna y en el reposicionamiento estratégico y táctico de cara a su acción política futura, desaprovechando el espacio que le deja un PSOE dividido y en horas bajas para hacerse con esa izquierda que busca un partido moderado y renovado capaz de agruparla. La delirante intervención de Iglesias hace unos días respecto al gobierno que pueda formarse llamando al «poder popular» a tomar la calle porque sus cinco millones de votos no son suficientes para tomar el poder, –«cuando el cambio no lo hace la institución, lo hace el pueblo»–, es una violación fragante del principio más básico de la democracia como es el respeto a la decisión mayoritaria de los ciudadanos, y un desprecio hacia sus instituciones representativas en las que reside la soberanía popular, que no puede admitirse ni en el supuesto de que se tratase tan sólo de una estrategia para afianzar su poder interno en la organización.
Ciudadanos sigue a la espera de que se produzca la investidura para hacer valer su peso parlamentario, y ante el riesgo de que éste sea menor en unas nuevas elecciones. Y mientras tanto empieza a contagiarse de las divisiones internas con la dimisión de una eurodiputada miembro de su ejecutiva y las discrepancias entre Arrimadas y el líder nacional.
El PP espera que este escenario de división y fragilidad de las fuerzas políticas facilite finalmente su investidura, o en caso contrario, le lleve a unas terceras elecciones que refuercen su posición para formar gobierno.
Es evidente que ésta ya demasiado larga provisionalidad está causando estragos en todos los partidos y radicalizando las posiciones, haciendo presagiar que la conflictividad política actual, lejos de reconducirse, va a incrementarse, dificultando una gestión de gobierno y de oposición razonable para hacer frente a los problemas internos y exteriores que afronta nuestro país.
Todos los partidos están instalados en el tacticismo hacia dentro y hacia fuera, y esa táctica nos ha traído hasta aquí, pero no resuelve nuestros problemas. Nuestro país necesita política y capacidad de gestión, lo que pasa por partidos fuertes, unidos, con principios claros y un proyecto para España. Si finalmente hay gobierno del PP con vocación de abordar los problemas de España y durar un tiempo, deberá acabar con el tacticismo o nuestros problemas se agravarán, y la oposición no se lo va a poner fácil. Esperemos que no sea así.
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