Cástor Díaz Barrado

Desconcierto en el G-7

Desconcierto en el G-7
Desconcierto en el G-7larazon

Lo peor es que nos hemos acostumbrado. Las relaciones entre los principales líderes de los Estados más poderosos del planeta ya no son como hace algún tiempo, no tanto. El despropósito, cuando no el insulto, se han apoderado de la realidad internacional y no prima, en modo alguno, la cortesía y los comportamientos educados. La reciente reunión del G-7 en Biarritz es un buen ejemplo de esta situación. Todo comienza con amenazas de represalias comerciales o de impago de deudas adquiridas y nada aventura la posibilidad de un mínimo acuerdo en los temas que preocupan a los ciudadanos. Sin embargo, al final se adoptan más compromisos que los que cabría esperar. Por lo menos, se anuncia una tregua en las relaciones comerciales entre China y Estados Unidos, nada se dice de nuevos aranceles a los vinos franceses y se abre una tímida puerta a que el Brexit no sea tan duro como se espera. Más todavía, la sorpresiva visita del Ministro de Asuntos Exteriores iraní permite albergar alguna esperanza de que Estados Unidos cambie su posición en relación con el programa nuclear del país persa y, en consecuencia, respecto a las sanciones que se han implementado. Entre el inicio de la Cumbre del G-7 y el final todo ha cambiado pero no se sabe hasta cuando o si, realmente, son sólidos los compromisos que se anuncian. Las relaciones en la sociedad internacional, también en función del perfil de los líderes mundiales, se han convertido en un verdadero despropósito o, por lo menos, generan siempre desconcierto. Precisamente lo que se necesita es lo contrario. Parece que la ciudadanía reclama seguridad y estabilidad pero quienes la representan aportan, sobre todo, incertidumbre y espectáculo. Pero a lo mejor estoy equivocado y lo que requiere la ciudadanía no es tranquilidad y sosiego en las relaciones internacionales sino que, por el contrario, pretende y anhela asistir permanentemente a la proclamación de soflamas y frases ingeniosas sin fundamento y, por ende, que se proyecte el enfrentamiento entre los Estados. Podría ser así y estaríamos, entonces, ante unas nuevas reglas, no solo de cortesía, en las relaciones internacionales