Ángela Vallvey

Destape

La Razón
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Cuando en el futuro se analice nuestra época, desde un punto de vista sociológico, e incluso histórico, se destacará como rasgo principal el destape ecuménico, el estriptís nacional que estamos viviendo. El desvelamiento patrio. La bajada de la manta vernácula. El despelote total de miserias. Asistimos pasmados a la caída en desgracia (léase: en el juzgado correspondiente) de grandes nombres que ayer lo fueron todo –sentados en los tronos desde los que se dirige el cotarro– y que hoy vemos convertidos en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada. Quienes nos decían cómo vivir, nos atizaban lecciones morales y reprobaban la conducta de ciudadanos medios que distraían unos miles de pesetas al hacer la declaración de la renta, resultó que habían amasado fortunas inmensas siempre bien lejos de la caja pública de la que los suponíamos leales guardianes. Es repulsivo ver este desfile de manguis figurones en el telediario: dan ganas de patear y silbar, como se hacía antiguamente en los teatros cuando la obra era muy mala. Aunque, en el telediario aparecen, pero en la cárcel no se les espera... Quizás tengamos que hacer las maletas y emigrar a uno de esos paraísos (fiscales) donde todos ellos tienen puesto a rentar el dinero que «comisionaban» de los amiguetes a los que favorecían concediéndoles tratos privilegiados con la Administración del Estado, de la cual eran custodios y apoderados supuestamente. Del Estado español –que unos desprecian, algunos saquean, otros desprecian mientras lo saquean, y una mayoría de ciudadanos decentes mantenemos a costa de grandes privaciones– han lactado tantos maleantes que lo raro es que el déficit y la deuda nacionales no se parezcan a los de Zimbabue. Lo más triste es que esta gentuza ha preferido el lucro delictivo a la probidad, la vileza al respeto de la historia, la indignidad al orgullo de ser respetables. Pero lo que sorprende más todavía es que esas personas que han devastado España tengan tanta necesidad de acumular riquezas. Que no se sacien nunca. Lobos hambrientos del rastrero metal, estos clérigos cerbatanas no están flacos porque no quieran gastar ni en comer, más bien al contrario: lucen guarniciones de grasa a tutiplén. Es lógico imaginar que no han podido poner freno a su ansia de dinero porque no se han parado a contar todo el que han exprimido de la caja común. Y seguramente no lo contaban por si acaso lo gastaban...