Ely del Valle

Diez mil veces en la misma piedra

La Razón
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La batalla mediática está en pleno apogeo y como es habitual, los secesionistas le llevan una ventaja clamorosa al Gobierno. Ahí está por ejemplo el ayuntamiento de Barcelona de cuya fachada cuelga un cartel pidiendo la libertad de los «presos políticos», que es una manera bastante curiosa de denominar a quienes, según las investigaciones policiales, habrían utilizado fondos destinados a ayudas sociales para financiar la construcción de la nueva Hacienda catalana y el referéndum.

Sin embargo, nada de eso figura en ese cartelón que aparece en los periódicos de medio mundo que siguen este culebrón desde una distancia que tiende a difuminar los límites entre la verdad y esa propaganda que algunos inoculan con mimo de confitero.

Hablar de encarcelamiento de la oposición, como hace Podemos, es una chufla que no se sostiene ni por los pelos de la coleta de Iglesias. Oposición son ellos, que no están precisamente entre rejas; los otros, los de Estremera, Alcalá Meco y Soto son, como poco, y obviando los supuestos delitos de rebelión y sedición, sospechosos de malversar fondos públicos, que es algo bastante más prosaico pero que todo el mundo entiende. Sin embargo, una vez más el Gobierno patina en su no comunicación, y en vez de hacer un despliegue para explicar algo tan básico, manda a su portavoz a decir que estaría encantado de que el prófugo Puigdemont se presentara a las elecciones. No se puede ser más torpe. Mientras tanto, los independentistas, ayudados por quienes quieren romper el sistema, sigue al pie de la letra su plan de propaganda cuyo objetivo continúa siendo intentar demostrar al resto de Europa que bajo la falsa piel de una democracia se esconde aviesamente un país por civilizar y viendo cómo funciona desde siempre la comunicación de este gobierno, que nadie se asuste luego si Europa termina por comprar la mercancía de la falta de garantías jurídicas. Cosas más asombrosas estamos viendo... ¿o no?