Francisco Marhuenda
El apunte de Francisco Marhuenda: «Inmaculada Colau»
Nunca he tenido una buena opinión de Ada Colau. Mi actitud se fundamenta en haber coincidido con ella en la Sexta Noche cuando era una de las dirigentes de la Plataforma Antidesahucios (PAH). No es una cuestión ideológica, porque mantengo una relación cordial con mucha gente con la que no coincido en sus planteamientos y que están en ese magma que es Podemos y sus confluencias. Es más, hemos publicado informaciones de la PAH que me parecían justas y razonables. Le acompañaba Rafael Mayoral, uno de los líderes de Podemos, que coincidimos en pocas cosas, pero creo que es una persona coherente. Colau no me gustó por las formas y el fondo, me pareció poco preparada y abrazada a los tópicos, muy sectaria y fanática, pero sobre todo porque le dije que lo que buscaba era dedicarse a la política y lo negó. Al poco daba el salto a la política. No me equivoqué.
Entiendo que llamándose Inmaculada haya optado por ser Ada, que queda menos conservador y más progre, pero en el resto de cuestiones sigo convencido en la percepción que adquirí gracias a los programas en los que coincidimos y en lo que he ido viendo en su trayectoria política. Es verdad que ha triunfado, algo que no me sorprende con su discurso simplista pero efectivo. La considero lista, muy lista, pero una gran demagoga que utiliza el populismo para conseguir sus objetivos. Me llama la atención que siendo hija de una familia acomodada fuera incapaz de acabar una carrera y que no se le conozca otra profesión que no sea el activismo político. Es, también, un signo de los tiempos que vivimos donde las trayectorias profesionales y la formación son irrelevantes, porque lo único importante es el marketing político, en ese caso de signo populista, y el caudillismo que ejerce con habilidad y mano firme.
Es una política a la vieja usanza, rodeada de un club de fans, encabezados por el argentino Pisarello, que es mi favorito porque me enseña cómo tengo que ser un buen catalán y aprender a amar la tierra en la que he nacido. El sectarismo y fanatismo de Ada me inquietan, porque desde niño aprendí de mi padre, que era un liberal catalanista que había vivido y sufrido la Guerra Civil en la Barcelona de los bombardeos y el hambre, que nunca hay que ser ni sectario ni fanático. Todo el mundo tiene su verdad y su razón, aunque yo crea que puedan estar equivocados. Colau es una dogmática de izquierdas antisistema soberanista que desprecia cuanto ignora, pero hay que reconocer que tiene un carisma y empatía que le ha permitido liderar el resultado del movimiento 15-M en Cataluña. Esto le ha conducido a ganar las elecciones municipales en Barcelona, aunque con un resultado pobre, pero que sobresale entre el débil resultado de sus rivales.
La formación que lidera puede ser decisiva a partir del 21-D y me parece una catástrofe, porque es una oportunista que dice una cosa y la contraria. Es imprevisible o quizá demasiado previsible. La lista que encabeza su fiel escudero Xavier Domenech puede decantar el futuro gobierno catalán entre las formaciones independentistas y las constitucionalistas. La ambigüedad calculada que mantuvo en los últimos meses y sus críticas por la aplicación del artículo 155 para reponer la vulnerada legalidad constitucional y estatutaria muestra que no se puede esperar mucho de ella. Lo que ha dicho sobre los incidentes del 1-0, con una sobreactuación más propia de cuando participó sin éxito en series televisivas que de la alcaldesa de una de las ciudades más grandes y prestigiosas de Europa, es un claro ejemplo de lo que podemos esperar de ella. Me encantaría equivocarme y no me costaría nada reconocerlo.
Colau no es equidistante, porque siempre que puede se pone al lado del nacionalismo burgués de Puigdemont, Trias y Mas, que eran destacados dirigentes de la vieja y corrupta Convergéncia, aunque se llena la boca con sus ataques al PP. No le debe parecer, supongo, tener amigos “amigos” políticos defraudan a Hacienda y tengan cuentas en paraísos fiscales, vulneren las leyes y la Constitución. Le gustan más, mucho más, los radicales de ERC como Junqueras, Pascal o Rufián y, por supuesto, los antisistema de las CUP. Está claro que no solo no le gusta el PP, algo que comprendo y no cuestiono, sino el PSC o Cs. Inmaculada Colau, joven que fue de clase media acomodada e hija de soriana, tiene elegido su bando.
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