Fernando Rayón
El cambio de Ciudadanos y Podemos
Parece, por lo ocurrido con los gobiernos de Felipe González, de Aznar y ahora de Rajoy, que las mayorías absolutas no sientan bien. Fundamentalmente porque, en vez de librarse de las imposiciones y chantajes de los partidos nacionalistas, los gobiernos se atrincheran en complejos y miedos escénicos que incluso les impiden cumplir lo que prometieron. Sorprendente.
Por otro lado, no deja de ser curioso que últimamente sean los partidos emergentes –en nuestro caso Podemos y Ciudadanos– los que se apropien del cambio político cuando, hasta ahora, era la oposición, dentro del bipartidismo que tenemos, la que lo planteaba, incluso como eslogan electoral. Se entiende, porque acusan a unos y otros –PP y PSOE– de haber llenado de corrupción los lugares donde gobiernan y creen que si llegan ellos cambiarán la forma de gobernar. Yo no estoy tan seguro: me remito a lo visto en estos últimos 30 años. Y es que la honradez no depende de siglas ni de mayorías, sino simplemente de personas. Por eso la celebración de unas elecciones municipales y autonómicas previas a las generales añade interés al desgaste de las siglas, porque dentro de ellas hay gente honorable y decente que incluso ha gobernado con decoro, y a veces con acierto. Lo que no es poca cosa con los compañeros que han tenido.
Por todo esto, la llegada de nuevos partidos que quieren cambiar la sociedad no deja de incluir un mensaje ciertamente falso. Y no sólo porque no tendrán mayorías allá donde se presenten, sino porque su concurso para la gobernabilidad de los ayuntamientos y las comunidades no deja de ser sospechoso. Y me refiero a lo que estamos viendo en Andalucía.
Nadie duda que la comunidad andaluza es una de las que necesitarían un cambio de manera urgente. Sus escándalos y corrupción hacen palidecer al resto de las autonomías, que ya es decir. Y, sin embargo, tanto Podemos como Ciudadanos están empeñados en gobernar con el PSOE –eso sí, siempre con condiciones para disimular– cuando lo razonable sería unirse al resto de los partidos para desalojar a Susana Díaz y al responsable de este desastre durante décadas. Sin embargo, no veo esa voluntad, sino más bien la de hacerse con un trozo del nuevo poder. Pronto se les ha visto. Mejor, así nadie podrá llevarse a engaño con lo que suceda.
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