Manuel Coma
El EI avanza, Irak se hunde
Pánico en Washington y en las capitales árabes. El Estado Islámico ha conquistado Ramadi, la capital de la provincia iraquí de Al Anbar, el corazón de los suníes del país. Durante la guerra de Irak, los americanos lucharon manzana a manzana por echar a la coalición de yihadistas y sadamistas que se había hecho dueña de la ciudad. Ahora la misma coalición, tras varias metamorfosis, consigue lo que entonces perdió y lleva tratando de alcanzar desde que en junio pasado se apoderaron de Mosul. Es una vitoria estratégica. Consolidan su dominio sobre el noroeste de Irak a lo largo de la frontera con Siria.
La estrategia con la que Obama había respondido a la sorprendente arremetida del EI, apoyo desde el aire a fuerzas locales potenciadas por la ayuda de los americanos, se viene abajo. Apoyos aéreos y terrestres del todo insuficientes. La siguiente etapa podría ser Bagdad, pero incluso sin ella, la viabilidad de un Irak unido está en seria cuestión y si los yihadistas consiguen funcionar como un estado en los fragmentos de Sira e Irak que dominan, ya tienen el núcleo del soñado califato. Es ya una realidad, no una mera proclamación. No dejan de impulsar todas las conquistas posibles, por adhesión espontánea como en Libia, o invirtiendo en recursos bélicos, pero lo prioritario es consolidar la base. Ya casi, de facto, han partido el país mosopotámico.
«Dirigir desde atrás», la estrategia que enunció Washington en Libia en 2011, pero que ha sido el sueño de Obama desde antes de llegar a la Casa Blanca, no puede haber fracasado más rotundamente. Los agredidos deberían asumir el grueso de su defensa y el poder americano apuntalarla con el mínimo compromiso. Pero si no funciona y su desplome es un desastre para Washington, toda la empresa es un fracaso.
El EI se va pareciendo a un ejército, pero nada que pueda resistir en batalla campal a la potencia americana. Las hazañas yihadistas son sobre todo expresión de la extrema debilidad de sus oponentes. Como en Mosul, donde las fuerzas iraquíes salieron por piernas, regalándole a los islamistas el material con el que Estados Unidos las habían dotado.
Y todo se complica con la hostilidad suní-chií y el papel de Irán detrás de sus correligionarios iraquíes. La victoria de los yihadistas suníes no les hace ningún favor, pero la partición de Irak puede resultar un beneficio para ellos. Un fragmento de absoluto predominio chií, con gran riqueza petrolífera y salida al Golfo. Y en el norte un Kurdistán que podría convertirse en problema, pero que también necesitará plegarse a los designios de Teherán. El Oriente Medio sigue siendo un magma en ebullición.
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