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El follón

La Razón
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El presidente de la FIFA, Gianni Infantino, no quiere pasar inadvertido. Pretende organizar un Mundial con 48 selecciones. Iniste en que no recargaría ni extendería el calendario de la competición –32 días y siete partidos máximo para los finalistas– y, en contra de lo que opina Löw, seleccionador alemán, afirma que la calidad no sufriría menoscabo... A Villar le dejó en la estacada cuando éste quiso presidir la UEFA, de la que él fue secretario general antes de ascender. Le decía que le apoyaba, que era de los suyos, y a Ceferin le hacía mimitos a escondidas: «Tú sí que eres de los nuestros». Recuerda Infantino a esos otros directivos de la Federación Española de Fútbol que, en pleno proceso electoral, con el sobre del candidato en cada bolsillo interior de la chaqueta salían airosos de la presión. Mostraban el correspondiente a cada aspirante y luego votaban lo que les daba la gana. Como tiene que ser.

Infantino, el estereotipo de suizo neutral, ha salido indemne de las corruptelas de la UEFA, de los negocios entre Blatter y Platini y ha demostrado que entre bambalinas intriga mejor que Calígula y su fidelidad es sólo comparable a la de Mesalina, pero no en el sentido erótico del personaje y de la palabra. En el Mundialito ha puesto en práctica el videoarbitraje, como en algunos campeonatos de liga, y la novedad del vídeo ha degenerado en bodrio porque en lugar de aclarar jugadas las complica. A Kasai le llevó la maquinita al huerto al decretar un penalti precedido de fuera de juego que los auxiliares tecnológicos no detectaron. En el Madrid-América hubo enredo con el gol de Cristiano, finalmente válido, porque lo era. Sin embargo, fue el fabuloso tanto de Benzema, superado el tiempo reglamentario, el que generó más polémica. Los árbitros no necesitan ayudas para liarse.