Pilar Ferrer
El fuego amigo
El día en que Diego Torres e Iñaki Urdangarín fundaron el Instituto Nóos, allá por el año noventa y nueve, no podían sospechar lo que se avecinaba. Se habían conocido unos años antes e iniciaron una estrecha relación. Torres era un tipo astuto para los negocios, había estudiado Derecho en Barcelona y realizado un máster en Estados Unidos. Fue profesor de Esade y quienes le trataron le tildan de discreto, aunque muy ambicioso. El destino ha querido que este hombre sea hoy pieza clave en el caso «Palma Arena», con la imputación del yerno del Rey, una Infanta de España en el ojo del huracán y la mayor convulsión sobre la Corona de España.
La historia de Torres y Urdangarín cumple a rajatabla el refrán popular: no hay peor cuña que la de la misma madera. Con amigos así no necesito enemigos, debe de pensar el esposo de la Infanta Cristina. Refugiado primeramente en el silencio, Diego Torres y su esposa, Ana María Tejeiro, a quien muchos atribuyen un papel principal en las turbulentas finanzas ahora en la picota judicial, decidieron abrir la caja de los truenos. Velados chantajes, acusaciones y correos electrónicos para tirar por elevación, con el objetivo de implicar a la Casa del Rey, bajo la táctica de que la mejor defensa es un buen atraque.
Dicen que en su lujosa residencia barcelonesa de San Cugat ha preparado concienzudamente su defensa, asesorado por su abogado, Manuel González Peeters, a quien se conoce en medios jurídicos por ser implacable a la hora de salvaguardar los intereses de sus clientes. Y que no se parará ante nada, con implicaciones hacia la Casa Real si es preciso. Como en tantos otros procesos de ruptura de parejas, antaño muy unidas, es la suya una carga envenenada de la prueba. El fuego amigo, que dispara el tiro desde el propio bando y en sus mismas filas.
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