Cataluña

El gallego tranquilo

Mariano Rajoy no se altera fácilmente, al menos en público. Y eso que desde que llegó a La Moncloa las ha pasado canutas. Lo suyo es resistir. En esto sigue el consejo de su paisano Camilo J. Cela. En España el que resiste gana. Sabe Dios lo que este gallego impasible ha tenido que resistir. Cuando, pedaleando trabajosamente, coronaba un puerto, aparecía siempre otro detrás. Desde fuera le han llamado de todo en estos dos años, empezando por «don Tancredo». Le han tendido en un sofá con un puro en la boca mientras España se hundía. Le han presionado para que pidiera el rescate. Le han puesto de hoja de perejil por negarse a pedirlo. Le han negado el pan y la sal desde la oposición, una oposición decadente y descompuesta. En la Prensa le han acusado, un día sí y otro también, de ser una especie de buey mudo, rumiando en el césped. Y ha resistido. Desde dentro le han tendido una emboscada tras otra, sobre todo al principio, algunas con verdadera mala leche. ¿Qué queda de Rato, de Jaime Mayor y de Esperanza Aguirre? Ha aguantado desdenes y escisiones, carros y carretas. Ha resistido hasta lo de «Gürtel» sin inmutarse. Seguramente eso ha sido lo más doloroso, pero Bárcenas sigue en la cárcel y él, en La Moncloa. Ha habido momentos en que hasta Aznar parecía que se desmarcaba y pretendía senderearle marcándole el camino. Pero él, impasible, ha seguido el suyo. Hasta ahora todos los que le han echado un pulso lo han perdido. Ahí está, por ejemplo, Rubalcaba, preparando este verano, durante las vacaciones, sus clases en la Universidad. Y ahí está Artur Mas, el último mohicano que se le ha cruzado en el camino y al que no le arriendo la ganancia. Los tontos de capirote aún no se han percatado. En Europa empiezan ya a darse cuenta de con quién se juegan los cuartos. Parece que, al final, Mariano Rajoy se saldrá con la suya, también en lo de Cataluña. Ahí lo tienen. En el balance de fin de curso que hizo ante la Prensa –¿seguirán manteniendo su imagen de buey mudo?– no se ha contenido y ha sacado pecho. Por fin, puede anunciar y presumir de buenas noticias. Se le ve con euforia contenida. La recuperación económica es «firme y cada vez más intensa». No son especulaciones. La recuperación ha venido para quedarse. Por fin respiramos. Después de la larga pesadilla, España es uno de los países que más crece en Europa. Parece un milagro. El gallego tranquilo sabe que no ha sido un milagro y conoce muy bien lo que pasa en la calle, adonde no ha llegado aún la ola del bienestar recuperado. No hace falta que el nuevo dirigente socialista contraprograme para recordárselo. Este gallego impasible está convencido de que aún llega a tiempo de dar la vuelta a las encuestas y volver a ganar las elecciones que vienen, saliéndose de nuevo con la suya. Que de eso se trata. Ése es el objetivo. Conociendo su trayectoria, yo no lo tomaría a broma ni echaría estos razonables propósitos en saco roto.