Francisco Marhuenda
El grave y peligroso desafío del independentismo
El objetivo final del nacionalismo catalán siempre ha sido la independencia. Nunca lo he dudado porque nací en Barcelona y he desarrollado en Cataluña la mayor parte de mi carrera profesional. Lo he comprobado conversando con aquellos que se denominaban nacionalistas y nunca tenían suficiente. Cada traspaso de competencias era un paso más en la dirección de la ruptura. Es cierto que algunos hablan de la solución confederal, pero, sin entrar en disquisiciones académicas profundas, la realidad es que sería el fin de España. La convertiríamos en un cascarón vacío de contenido. El modelo confederal no existe, porque Suiza es una federación. Los que propugnan la confederación realmente quieren que la soberanía plena esté en Cataluña y que España sea un ente administrativo que se encargue de los servicios comunes como si fuera una comunidad de vecinos.
La federación es otro debate nominalista y que no complace además a los independentistas. Los estados no son soberanos ni en Alemania ni en Estados Unidos. No hay una soberanía originaria, sino que ésta es meramente formal. En el primer caso fue una imposición de los aliados tras la Segunda Guerra Mundial. No creo que nadie ignore que existe una clara, firme y decisiva nación alemana. En el segundo caso, el tema se resolvió en la Guerra de Secesión y la Confederación fue derrotada. EEUU, actualmente, es una nación unida y sin veleidades secesionistas. No hay una soberanía de los estados sino que es de la federación.
Con respecto a Reino Unido y Canadá, el tema está zanjado y parece que durante bastante tiempo se han acabado las tendencias rupturistas. En cualquier caso, Escocia fue una nación independiente durante la mayor parte de su historia y Cataluña nunca lo ha sido. Es cierto que hay aficionados a la «historia-ficción» entre algunos historiadores, periodistas y columnistas que defienden planteamientos tan excéntricos como peregrinos para justificar la independencia en base a la Historia.
Me resultan más simpáticos los independentistas que no se esconden, como Junqueras, que los conversos al estilo Mas o los ambiguos que piden diálogo pero son incapaces de explicar en qué se tiene que fundamentar éste. Es el buen rollito de la equidistancia, aunque les gusta recibir las bendiciones, ayudas y apoyos del Gobierno nacionalista. Estamos ante una sociedad muy subvencionada y donde hay un entreguismo interesado en algunos sectores que deberían ser más firmes en la defensa de la Monarquía y la Constitución.
Otro fenómeno interesante es la actitud de algunos hijos de franquistas. Ahora resulta que los que se beneficiaron de la dictadura, cuyas familias hubieran caído en las checas o el pelotón de fusilamiento de la idealizada Segunda República durante la Guerra Civil, han abrazado el independentismo o se han situado en esa lamentable equidistancia del buen rollito. Me pregunto qué legitimidad tienen Artur Mas y sus seguidores para impulsar un proceso secesionista cuando permitieron la corrupción del pujolismo. Es un insulto a la inteligencia lo que estamos viviendo, porque los negocios de la familia y su enriquecimiento eran un secreto a voces del que parece imposible que Mas no supiera nada. ¿Se puede creer alguien que ningún empresario le hubiera informado de lo que sucedía?
No hay nada peor que un converso como Mas, que necesita sobreactuar para superar los escándalos de corrupción que inundan su partido y ha decidido hacerse independentista. Cataluña y los catalanes no necesitamos la independencia. La España constitucional ha permitido un salto cualitativo extraordinario y vivimos en una de las naciones más avanzadas del mundo. Los hechos diferenciales están garantizados constitucionalmente y desarrollados legislativamente de forma plena. Cataluña goza de una autonomía política y administrativa como pocos territorios en el mundo.
El problema es que el nacionalismo ha utilizado todos los recursos que le ofrecía el Gobierno de la Generalitat para promover la independencia. Han sido muchas décadas de machacona insistencia desde los medios de comunicación, las escuelas, las universidades, las instituciones y asociaciones, en favor del secesionismo. Se ha dibujado un panorama contrario a España. Se han manipulado los sentimientos y exacerbado las diferencias y los problemas desde una perspectiva partidista. Se ha anatemizado a los discrepantes. El pueblo catalán se ha caracterizado siempre por ser muy sentimental y por tener un gran sentido común. Mas ha conseguido dividir a las familias y a la sociedad en su conjunto, pero confío en que fracase.
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