Lucas Haurie

El juguete irrenunciable

El juguete irrenunciable
El juguete irrenunciablelarazon

Del cesante director general de la RTVA, Pablo Carrasco, tiene el firmante el mismo concepto que uno de los once apóstoles leales pudiera tener de Judas Iscariote, sino que éste no vendió a su mentor por treinta monedas sino por tres productoras, por una productora entre tres o por algo relacionado con tan teológica cifra que será mejor no remover. El caso es que la huida de este pájaro, incapaz de irse si antes no ha puesto su huevito en otro lado, abre un panorama interesante en el arma más fabulosa de la Junta, su ariete propagandístico, porque para nombrar a un sustituto se requieren tres quintos del parlamento regional, es decir, que habrá sede vacante (las comparaciones son odiosas, sí) mientras no se consensúe un nombre con el PP. Una ocasión magnífica si hubiese voluntad de descontaminar el ente o engendro, palabras que comparten etimología, de las dos bacterias que lo han convertido en un engrudo intragable: los comisarios políticos que hacen de sus informativos un manual de sectarismo y los sindicalistas que multiplican el déficit de la empresa. Libres de unos (¡¡de hunos!!) y otros, la casa contaría con recursos humanos y económicos para rendir un servicio público a costes competitivos y animar la alicaída industria audiovisual andaluza. Pero ni a gobernantes ni a opositores les interesa renunciar a un juguete que está a disposición de quien mande, para disfrute actual de unos y goce futuro de otros. Desengáñense: ni siquiera Esperanza Aguirre, la última liberal genuina, se deshizo de Telemadrid. Antes cierran todos los hospitales que quitarle un euro a la tele.