Alfonso Ussía

El mediador

La Razón
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Cuando un mediador está más del lado de uno que del otro, no media bien. Se trataría de un mediador mediado por el medio. Le ha sucedido a Zapatero, que ha mediado siguiendo las instrucciones de Maduro y se ha topado con la dignidad y la resistencia de un héroe. Un canalla y un héroe no se ponen de acuerdo por mucho que medie sin mediar el mediador mediático. «Que Maduro me ha dicho que si retiran ustedes el Revocatorio quedaría en libertad»; «Maduro no está cerrado a una negociación con ustedes». Y la respuesta del preso político: «La libertad de Venezuela no se negocia». Entonces fue cuando el mediador abandonó la cárcel y llamó a Maduro: «Nico, que no, que no traga. Así que me vuelvo a España. Gracias por tu hospitalidad».

Leopoldo López, después de hablar con el mediador del gorila, fue reinstalado en su celda. La reinstalación es muy sencilla, por tratarse de un habitáculo tan reducido como indigno y humillante. Pero la indignidad de la celda crece hasta la dignidad absoluta cuando Leopoldo López es encerrado en ella por los sicarios del primate.

Maduro necesita tiempo para terminar su mandato, y escapar de Venezuela con sus allegados, alguno de sus generales narcotraficantes, las hijas de Chávez y los miles de millones de dólares robados entre todos al pueblo de Venezuela. El proceso de revocación parlamentaria de Maduro crearía inconvenientes poco deseados para sus planes. Podría ser detenido al día siguiente de la revocación por criminal, abuso del poder, prevaricación y por ladrón, además de otras lindezas. Maduro sabe que ese final es posible si no retrasa la revocación parlamentaria. No es desdeñable la teoría del viaje en visita oficial a Ecuador, Bolivia o Cuba sin billete de vuelta. Corea del Norte le hospedaría con gusto, pero queda lejos, y además, Kim-Jong-Un no es de fiar. El miércoles abrazaba a su tío y el jueves lo encerraba con cien perros hambrientos que no dejaron de su tío ni la gorra. El sábado saludaba con efusión en los momentos previos a un desfile militar al ministro de Defensa, y el domingo lo mandaba fusilar con una bala de cañón por haber bostezado durante el desfile. Esos arranques norcoreanos no tranquilizan a Maduro, que prefiere la hospitalidad de los Castro o los Morales y la buena administración de sus millones de dólares robados en los bancos de Andorra, Liechtenstein o Panamá. El plan de huida necesita tiempo para que sea eficaz, y eso, el tiempo, es lo único que el gorila matón y ladrón necesita.

Zapatero ha hecho el ridículo. Ha intentado doblegar a un héroe con la promesa de su liberación. Cuando hablaba con Leopoldo López, Zapatero sabía que lo estaba haciendo con un ciudadano al que le han robado su libertad con trampas y falsas acusaciones. El fiscal que lo acusó por orden de Maduro lo ha reconocido en el exilio. Leopoldo López y muchos más están presos porque el tirano que financia a Podemos ha establecido en Venezuela una dictadura comunista sostenida por la represión y el terror. Todo eso lo sabía Zapatero cuando compartía con un preso político la estancia de visitas de una cárcel inmunda. Pero la dignidad y la fortaleza del héroe le llevaron de la mano hacia el fracaso y el ridículo.

Zapatero abandonó la prisión y se duchó en la habitación de su hotel de lujo invitado por el tirano. Con el albornoz bien atado, por aquello de los pudores, llamó a Maduro. «Oye, Nico, que este tío es más duro de lo que parece. No quiere su libertad a cambio de tu seguridad. Vuelvo a España. Mándame el coche para que me lleve al aeropuerto, que el taxi cuesta un huevo».

La dignidad quedó encarcelada en Venezuela, el tirano cada vez más acosado en Caracas y Zapatero aterrizó en Madrid humillado por la lección de patriotismo y firmeza de un preso político entregado a la libertad de su país.