María José Navarro
El miedo
Atentos a la última preocupación para padres temerosos y que ven abismos y peligros por todos lados: se han puesto de moda las bolsas monodosis de alcohol y los chavales parece que tienen facilísimo trincarlas. Hala, ahora a por un Lexatin. Vamos por partes. La novedad consiste en pequeños recipientes de plástico del tamaño de un teléfono móvil que contienen la medida justa para fabricar un combinado. Y además hay variedad. Ron, whisky, brandy, ginebra o vodka. Hay para elegir. Las bolsitas en cuestión están a la venta en las tiendas de alimentación que todos sabemos y cuestan nada más que euro y medio. El problema, claro está, no es el formato, sino que muchos menores de edad, que no pueden comprar alcohol porque la Ley no lo permite hasta que no cumplen dieciocho años, se están haciendo con ellas con total facilidad. Es más, los responsables de algunas sesiones light de discoteca (donde no se vende licor alguno y no se permite tampoco introducirlos) han tenido que reforzar sus medidas de seguridad para detectar las dichosas bolsitas. No quiero pensar lo fácil que lo van a tener también esos cafres que abundan en los campos de fútbol, que suelen llegar tostaos a los partidos, que son especialistas en molestar a la grada y en ponerse faltones cuando hay niños mirando. Una, que es una antigua, se solidariza desde aquí con los fabricantes de petacas, que deben estar asistiendo alucinados a la degradación paulatina de la exigencia básica de un recipiente decente y elegantón. Una, que es sobre todo mayor, sabe que el mal gusto se cura con la edad; la imprudencia, con la madurez, y el miedo, con la memoria. Todos fuimos alguna vez jóvenes, ¿no?
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