Fernando Vilches
El pseudo ministerio
Confieso que no veo series de televisión (ni la alabada por el ex profesor Iglesias, ése que recomienda una obra de Kant que no existe). Sin embargo, al leer algo sobre la de TVE («El ministerio del tiempo»), me intrigó. Vi el primer capítulo y algunos otros más. Todas las series que se hagan sobre la historia de España, o, en este caso, mezclando historia con ficción, me parece que ayudan a cultivar a los espectadores que piden algo más que esos programas nefastos del colorín. El trío protagonista, a quien se unen dos actorazos como Jaime Blanch y Juan Gea, me parece uno de los mejores de la farándula española: sobrios, bien plantados, con dominio de la cámara y con una dicción que recuerda a los viejos actores desparecidos de nuestra escena, de aquel «Estudio 1», que debería reeditarse. Los guiones me han parecido excelentes... hasta que, en el último programa (que yo vi), rindieron tributo a una de las más grandes injusticias sociales de la actualidad. Ante la visita de un tipo cuyas sospechas pueden hacer daño a la necesaria discreción del ministerio, el jefe (Blanch) da la orden de que aquello se parezca a un ministerio «de verdad»: usted ponga en pantalla un solitario, ustedes a la cafetería, ustedes como si no hicieran nada..., una serie de tópicos que revelan la ignorancia de los guionistas (o su falsa progresía, que todo puede ser). Acabo de impartir un curso en el Ministerio de Hacienda a un grupo de funcionarios. El nivel de estas personas, su afán por superarse, su deseo de recibir formación para mejorar en su atención a la ciudadanía desmienten en un cien por cien los estúpidos tópicos sobre los magníficos funcionarios españoles y sobre el trabajo que realizan en sus diferentes ministerios. ¡Ya está bien! Podrían haber reproducido el Congreso de los Diputados en estos cuatro meses ¡cobrados! sin dar un palo al agua.
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