Pilar Ferrer
El separatismo burgués de Forcadell
Ante unas semanas claves para el secesionismo catalán, entre Bruselas, Cataluña y el Congreso de los Diputados, no todo es unidad en este frente. En medio de una lucha política conviven los llamados «clanes» del soberanismo, aglutinados en torno a la Comisión de Ciudadanos Europeos que, con apoyo de grupos escoceses, flamencos y la candidatura de Unidad Popular (CUP), se manifiestan en la capital belga. Y la Asamblea Nacional Catalana (ANC), más partidaria de un activismo callejero en Cataluña, bajo el amparo de la Generalitat. Su líder, Carme Forcadell, es conocida como «el brazo civil» de Artur Mas, se integra en Ómnium Cultural, organización subvencionada por Mas, y es, con mucho, la mujer que acapara espacios en la Corporación Catalana de Radio y Televisión por encima de cualquier otro dirigente. Incluidos los de ERC, partido al que pertenece. Su minuto de gloria empezó en el verano de 2012, al coordinar la marcha por la independencia en Cataluña. Fue entonces cuando Carme Forcadell Lluis se convirtió en una especie de musa del movimiento secesionista, curiosamente, gracias a Artur Mas. «Cuando un dirigente que gobierna le permite ese protagonismo a una asociación que no ha pasado por las urnas, mala cosa», opinan dirigentes de varios partidos catalanes con presencia parlamentaria, incluso de Convergència, ahora críticos con la deriva del presidente de la Generalitat. Así fue cómo esta lingüista, profesora de Filosofía y periodista forjó la Asamblea Nacional Catalana, un movimiento social paralelo a Esquerra Republicana, donde milita desde hace años, y consiguió eclipsar al propio Mas en la Diada independentista del 11 de septiembre. Pese a sus ideas, Carme Forcadell no tuvo reparos en trabajar en Televisión Española, el Ente Público de esa España de la que tanto reniega. Durante el franquismo y en los inicios de la Transición en el programa «Giravolt», voltereta en castellano. Un espacio similar a «Informe Semanal», en el centro territorial de TVE en Barcelona. Compañeros de entonces la recuerdan como «catalanista, pero no exacerbada», y no paró hasta realizar el primer reportaje sobre Josep Tarradellas, que residía todavía en su exilio de Saint-Marti-le Beau, en Francia. Siempre le gustó el periodismo y fue aumentando sus ideas secesionistas en múltiples artículos en medios catalanes, hasta llegar a dirigir la comisión de Comunicación de la Plataforma por el Derecho a Decidir. Nacida en Xerta, en las tierras del Bajo Ebro, estudió Filosofía, Ciencias de la Comunicación y Filología Catalana en la Universidad Autónoma de Barcelona. Como asesora de la lengua entró de funcionaria en el Departamento de Educación de la Generalitat y empezó su activismo docente y literario en el Vallés Occidental. Se afilió a Esquerra Republicana y fue concejala en el Ayuntamiento de Sabadell cuatro años. «Sin pena ni gloria», definen su actuación municipal los vecinos, que la recuerdan como una mujer obsesionada por la sociedad civil separatista. Así llegó a vocal de Òmnium Cultural, otra organización a favor de la independencia, apoyada con recursos económicos por la Generalitat, y fue artífice de plataformas como «Cataluña, nuevo Estado de Europa», «Vía Catalana» y la actual ANC. Siempre en la calle, nunca en las urnas. Desconocida para la mayoría, se hizo omnipresente en la lucha social. Fundadora de la Plataforma por la Lengua, se siente heredera de la «antorcha histórica, literaria y cultural del Estado catalán». Perlas como «Nos hemos cansado ya de España», «Ellos nos roban» y «Los federalistas no existen» son algunas de sus diatribas dialécticas. En la Ejecutiva de ERC despierta recelos, dado que en el partido asambleario es famoso por «devorar» a sus líderes. Hete ahí a Carod-Rovira y Joan Puigcercós en el ostracismo. «Cuidado, Junqueras, que Forcadell te lamina», le advierten al líder de Esquerra sobre el papel de Forcadell. En el extremo más radical, en sectores de la CUP, se la considera una «esbirra» de CiU y, en concreto, del presidente de la Generalitat. Esto le ha provocado enfrentamientos con otros grupos antisistema, partidarios de la violencia callejera, y con el propio líder de la CUP, David Fernández. Un zamorano convertido a la independencia, que sí tiene representación parlamentaria y que un día se lo espetó a la cara: «Tú eres una separatista burguesa».
Carme Forcadell es culta por formación, ambiciosa y bien relacionada. Admiradora de las repúblicas postsoviéticas, como Bielorrusia, el Cáucaso y los estados actuales bálticos, Lituania y Estonia, ha viajada con frecuencia por estos países. Uno de sus grandes amigos es el alcalde de Vic, Josep María Vila D'Abadal, un democristiano procedente de Unió Democrática, en cuyo seno mantuvo un pulso con Duran Lleida. Al perderlo, montó la Asociación de Municipios por la Independencia (AMI), que trabaja ahora en el padrón como censo para la consulta, medidas de insumisión territorial y fiscal, en colaboración con la ANC. Su objetivo es implantar el independentismo en los grandes municipios, que aún gobiernan con fuerza CIU y el PSC. Conocedora del «cuarto poder», dónde empezó su carrera, Forcadell tiene buenas relaciones con los medios de comunicación. «Puro marketing», dicen sus detractores en Esquerra. También la acusan de moverse en el ámbito de la burguesía catalana, donde tiene buenos amigos. Le gusta vestir bien, aunque sobria, y frecuenta las tiendas de marca del Paseo de Gracia barcelonés. «Es un poco pija», según los más radicales de ERC y otros sectores secesionistas. Obsesionada por la defensa de la lengua catalana y el destierro del castellano, parece sin embargo que sí lo habla muy bien en la intimidad. Es el prototipo de una activista con doble conducta. En definitiva, el germen de las más puras esencias nacionalistas.
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