Cataluña
El vis a vis
El asunto catalán sigue enquistado y como en una telenovela de sobremesa necesita nuevas novedades, en forma de escenas melodramáticas, para no morir por agotamiento.
Por eso, aprovechan cualquier coyuntura para no perder actualidad. La última, y en el ámbito de las negociaciones para la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado, ERC ha irrumpido exigiendo al gobierno que inste públicamente a la Fiscalía la retirada de los cargos por sedición y rebelión, que pesan sobre los dirigentes independentistas, a cambio de apoyar las cuentas públicas.
Podemos, que ya cerró acuerdo con el Sr. Sánchez, puso todo su esfuerzo en la subida del salario mínimo interprofesional. Según algunos de sus dirigentes es el símbolo que necesitaban para poder definir estos presupuestos como sociales. Pero también hay quien sospecha en privado que, en realidad, han peleado hasta la extenuación por su propia subida de sueldo, recuerdan que los dirigentes podemistas tienen un tope salarial de 3 veces el salario mínimo.
Más allá de este dato, sin el voto de los independentistas no vale de nada lo firmado. Para abonar el terreno, el gobierno ha incluido en sus cuentas un gasto de 2.200 millones en Cataluña, pero los independentistas ya no quieren dinero, solo buscan grietas en las instituciones del Estado por las que meter el cincel y golpear, para destruirlo.
ERC sabe perfectamente que la Fiscalía no debe obediencia al gobierno, que es autónoma y que esa petición no sirve para nada en términos judiciales, pero para ellos es muy valioso exigir un gesto así, volver a recordar, por si alguien lo ha olvidado, que fueron imprescindibles en la moción de censura y que siguen siéndolo en cualquier iniciativa legislativa que el ejecutivo quiera sacar adelante.
Además, son especialistas en generar contradicciones en los partidos constitucionalistas y qué mejor contradicción que mantener el Estado de Derecho e intentar influir en el Poder Judicial al mismo tiempo.
El problema catalán no se arregla con dinero que, por otra parte, puede ser legítimamente disputado por el resto de territorios que configuran el Estado, algunos de ellos reuniendo mayores condiciones objetivas de necesidades para recibir compensaciones económicas.
Por otra parte, negociar con los independentistas los presupuestos, o cualquier otra cosa, no es debatir sobre las cuentas, termina siendo un pulso por la independencia porque viene contaminado por la voluntad de no reconocer al Estado y de querer erosionarlo.
La estrategia del gobierno tiene demasiados riesgos y, a estas alturas, resulta difícil explicar a la sociedad la lógica de mantener un gobierno que solo puede gestionar al antojo de los independentistas, que quieren lo peor para España porque consideran que es su enemiga máxima.
Es posible que esto tenga algún beneficio electoral en Cataluña, pero tendrá el efecto contrario en el resto de España si detrás no hay un relato político de coherencia y sin contradicciones.
Y, desde luego, lo que resulta caricaturesco es la iniciativa del Sr. Iglesias yendo a la prisión a negociar los Presupuestos Generales del Estado con el Sr. Junqueras. Nada se debería decir si la visita estuviese inspirada en el afecto del líder podemista con los independentistas o si se tratase de escenificar su opinión favorable a la excarcelación, pero acudir a negociar el futuro de España a la cárcel de Lledoners supera la imaginación de los guionistas de cualquier telenovela.
Algunos maledicentes dicen que hay quien haría cualquier cosa por pasar la Navidad en el Palacio de La Moncloa, yo no lo creo, porque la carga del país sobre los hombros pesa más que esa frivolidad. Eso sí, de una u otra forma, uno puede pasarlas por salvoconducto de las urnas o por cortesía de los protagonistas del vis a vis del momento.
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