Pilar Ferrer

Elecciones con Ada Colau de candidata

La Razón
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El fracaso de Artur Mas frena en seco su investidura y fortalece a los radicales de la CUP, que viven en estos momentos un durísimo y agitado debate interno. El sector contrario a la elección de Mas, liderado por Anna Gabriel, las corrientes Endavant y Poble Lliure, plantea unas nuevas elecciones en Cataluña con Ada Colau de candidata a la presidencia de la Generalitat. Según fuentes de este grupo, la victoria de la extrema izquierda bajo las siglas de En Comú Podem ha sido histórica, convierten a Colau en la auténtica triunfadora y sería una aspirante «imparable» en unos comicios autonómicos. La decisión final se tomará en la Asamblea de los cuperos el domingo, pero la formación antisistema ya ha avisado a los soberanistas de Junts pel Sí de que pongan otro candidato encima de la mesa. Los resultados de la marca morada, que arrasó en el área metropolitana de Barcelona, robustecen la figura de la actual alcaldesa y debilitan por completo a Mas y a los antiguos convergentes.

Aunque públicamente lo niegan, los resultados electorales que otorgan un inédito éxito a la formación apadrinada por Ada Colau, causan gran preocupación en Convergència y Esquerra Republicana. Los primeros han sufrido el peor balance de su historia desde su fundación por Jordi Pujol i Soley, relegados por vez primera al cuarto lugar bajo las nuevas siglas Democracia y Libertad. Los republicanos, aun triplicando el número de escaños, son superados por En Comú Podem. Por ello, dirigentes de CDC y ERC coinciden: «La CUP puede tener la tentación de coger todo el poder y llegar a la Generalitat». Ello sería posible, según sus planes, con una candidata como Ada Colau y el beneficio de todo el voto de la izquierda, a costa del PSC, a quien han barrido en el llamado «cinturón rojo» barcelonés, y de la propia Esquerra. Si algo ha quedado claro el 20-D en Cataluña es que la batalla social se ha impuesto a la independencia.

Éste ha sido el triste balance del «procès», se lamentan críticos de Convergència alarmados ante el legado de Artur Mas. En su opinión, ha roto CiU, destrozado su legado de treinta años, provocado una fractura sin precedentes en la sociedad catalana y entregado todo el poder a la extrema izquierda. ¿Hay quien tenga un final más penoso?, se preguntan. La deriva de Artur Mas hacia la independencia arroja un resultado político desastroso que, aseguran, será utilizado por la CUP. Es su gran oportunidad de entrar en la Generalitat y, desde allí, proclamar la definitiva desobediencia a las instituciones españolas y la República catalana. Para colmo, el futuro grupo parlamentario de En Comú Podem en el Congreso, liderado por Xavier Domenech, supera en escaños a los convergentes y a la propia Esquerra.

El convulso escenario político catalán se enrarece todavía más. Ahora es la CUP quien debe mover ficha en la Asamblea del domingo, con las posturas muy divididas. A saber, con dos planteamientos: el radical opuesto a la investidura de Mas apuesta por unas nuevas elecciones en marzo con Ada Colau de candidata estrella. El otro, algo moderado, es favorable a una investidura de Artur Mas y una presidencia coral que le otorgue una mera función representativa, sin poderes ejecutivos, delegados en tres áreas a cargo de Oriol Junqueras, Raül Romeva y Neus Munté. Es la tesis avanzada ya por este periódico y que apoya el número uno del partido, Antonio Baños, con otros dirigentes como Josep Manuel Busqueta y Luis Jódar. Con la puerta abierta del llamado «cupayazo», dos tránsfugas a favor del voto a Mas, que permita salvar la cara a los antisistema. Según fuentes de la CUP, el debate interno es muy enconado, máxime tras los resultados del 20-D. «Mas no tiene salvación política ni jurídica», afirman en el sector radical de la CUP frontalmente contrarios a la investidura de Mas y partidarios de unas nuevas elecciones con Colau en cabeza.

Por su parte, en Convergència y ERC mantienen una táctica de prudencia. Los convergentes venden como un éxito sus ocho escaños en el Congreso, liderados por Francesc Homs, todo un descalabro tras los 17 que mantenía la antigua CiU. En Esquerra hacen lo propio con sus nueve puestos, pero muy por debajo de los obtenidos por la marca podemita de Colau y Domenech, que ha logrado doce. El 20-D ha dejado clara una bajada del separatismo ante el discurso de izquierda social, lo que provoca un giro en los mensajes de Mas y Junqueras. En la misma noche electoral, ambos huyeron de la palabra independencia y sólo hablaron del derecho a decidir. Es el prometido referéndum de Pablo Iglesias y sus huestes en Cataluña que, guste o no, ha arrollado en las urnas a costa del tradicional voto al PSC y a los republicanos.

Así las cosas, el partido anticapitalista y revolucionario deberá decidir si rescata a Artur Mas o lo deja caer definitivamente. También si su estrategia abstencionista en unas elecciones españolas, que no considera suyas, le ha sido rentable con la figura al alza de Ada Colau, indiscutible vencedora de la extrema izquierda catalana. Se presentó a las municipales y se convirtió en alcaldesa de la Ciudad Condal. Prestó su apoyo a Podemos y ha llevado a esta fuerza a ser la más votada. Dos envites, dos éxitos, y queda el tercero. El futuro inmediato de Cataluña pasa por ella y es lo que desea el ala radical de la CUP: hacerla presidenta de la Generalitat. Triste espectáculo para una tierra que siempre fue dialogante, liberal, cosmopolita y próspera. El culpable tiene un nombre: Artur Mas, denuncian veteranos de Convergència alarmados ante el panorama.

De momento, ni en CDC ni ERC aventuran otros candidatos, pero la Asamblea cupera se prevé agitada al máximo. «De éstos se puede esperar cualquier cosa», dicen en la Generalitat y en CDC. Con mayor prudencia se expresan en ERC, dado que Oriol Junqueras nunca ha tirado la toalla de llegar a presidente del Govern. «Ahora se comprueba cómo Mas ha sido su tonto útil», afirman los críticos. Sea como fuere, los próximos días son decisivos. «Vamos hacia el caos, es para irse de Cataluña». La frase lapidaria corresponde a un destacado empresario catalán que, ahora, se rasga las vestiduras.