Historia

César Vidal

En Mount Vernon (II)

La Razón
La RazónLa Razón

Llego a Mount Vernon en un cálido día de agosto. Mientras esperamos para entrar en la mansión de Washington –donde se encuentra, por ejemplo, la llave de la Bastilla que los revolucionarios franceses le enviaron como homenaje– me topo con un hombre vestido de época. Cuando le pregunto quién se supone que es, me responde que no se supone sino que es el secretario privado de Washington. A continuación, cuando indaga por mi país de origen, le respondo que es España y que, como sabrá, está ayudando a su revolución. Asiente con reconocimiento. La mansión de Washington está enclavada en un hermoso lugar, pero sin pretensiones. Cocheras, sembrados, establos llaman la atención por su armonía e incluso belleza. Caminando, llegamos hasta el museo dedicado a Washington en Mount Vernon. Las salas están dispuestas con un cuidado y una profesionalidad exquisitas; los vídeos – uno de ellos dedicado a las creencias espirituales de Washington – son excelentes; los espacios reservados para niños resultan envidiables. El museo y el lugar se mantienen de contribuciones privadas y no de ayudas públicas. En España, a lo mejor hay paralelos, pero me pasa como con el barco del holandés errante, que debe existir, pero yo no he tenido la fortuna de echarle el ojo jamás. Tras salir del museo, nos encaminamos al cementerio de los esclavos. Washington emancipó a los suyos al morir – el único presidente que lo hizo – dilatando la fecha de la manumisión hasta la muerte de su esposa. Actualmente, en el antiguo camposanto hay un monumento rindiendo homenaje a aquella gente que tuvo un peso no pequeño en las realizaciones de Washington. Visitar Mount Vernon significa entrar en contacto con algunos de los aspectos más positivos, incluso admirables, de la cultura norteamericana. La fe en los principios recogidos en la Biblia, la defensa de la libertad, el sentido práctico, el respeto hacia el diferente, el amor a la patria que no cierra los ojos ante lo que hay que mejorar, la iniciativa privada para expandir el conocimiento, el interés por la educación de los niños y la afirmación del principio de que los impuestos excesivos son la peor amenaza para la libertad, algo que, precisamente, llevó a los americanos a sublevarse contra Gran Bretaña y que permitió crear la primera democracia contemporánea. Todo esto y más aparece condensado en Mount Vernon y sólo por esa circunstancia merecía la pena llegar hasta aquí. Dios quiera que no pase mucho antes de regresar a Washington.